El elector promedio |
Resultados: los
ciudadanos productivos huyeron, la población cayó un 70%. 47% de
los residentes son analfabetos funcionales. La industria
automovilística dejó de ser rentable por los altos costos
laborales; desapareció el 90% de los empleos en manufactura. El
desempleo es más del doble del nacional. El 60% de residentes vive
en pobreza. La mitad de las calles permanece a oscuras en las noches.
La policía demora una hora en acudir a llamados de emergencia. Los
crímenes violentos son cinco veces el promedio nacional. Las casas
abandonadas son destruidas por vándalos y no encuentran comprador
¡ni subastándose a $500!
Cincuenta años de
destrucción prueban que esas políticas, tan populares en Detroit
como en Ecuador, no funcionan.
La ventaja que ha tenido
Ecuador respecto a Detroit, es el petróleo: el segundo “boom”
petrolero de la historia ha permitido maquillar lo inútiles que
resultan esas políticas.
Sin embargo, cuando son
llevadas a las últimas consecuencias, ni la mayor riqueza natural
del mundo permite ocultar su fracaso. Es el triste caso de Venezuela.
Otro caso similar es
Argentina: de haber sido considerado el sexto o séptimo más rico
del mundo a principios del siglo XX (compitiendo con EE.UU. por
inmigración europea), descendió al tercer mundo gracias a la
incompetencia y populismo de Perón.
Y he aquí la tragedia de
los populismos, que desconcierta a todo analista: en Detroit las dos
últimas generaciones han sido testigos de la destrucción de su
ciudad. Y sin embargo siguen eligiendo al mismo partido con el
mismo programa. Argentina ha de ser uno de los pocos casos en la
historia moderna que un país rico pasa al tercer mundo. Y sin
embargo todos sus presidentes se declaran “peronistas”. Detroit,
Argentina, Venezuela: sus políticos enfrentan graves cargos de
corrupción. Y sin embargo son reelegidos continuamente...
No queda más que
concluir, con Juvenal: «la cantidad de tontos es infinita; los
protegen su número y su tendencia a andar siempre juntos».