lunes, 12 de enero de 2015

7 cosas que los ignorantes no saben de la libertad de expresión

Con ocasión de la masacre de caricaturistas, veamos siete ideas que solemos ignorar sobre la libertad de expresión. Este artículo es largo, pero el tema es extremadamente importante; ruego la paciencia del lector.
No era que los mataran, pero ellos se los buscaron; hay que respetar las creencias ajenas”, piensa el ignorante ciudadano común. Veamos por qué está equivocado. 
El gobierno y los terroristas nos quieren "felices y salvos" a palos.
 1. La libertad de expresión se reduce a: si lo puedes pensar, deberías ser capaz de expresarlo. ¡Total, son sólo ideas y palabras, trazos sobre un papel!
2. La libertad de expresión se demuestra en las ideas controversiales. Publicar en redes: «¡Qué bien dormí!» no suscita controversia alguna. Hablar despectivamente del clima tampoco. Pero hablar despectivamente o burlonamente de las creencias ajenas o del gobierno, sí será controversial, y ahí se verá si realmente vivimos en un país donde hay libertad de expresión o no.
3. No hay “ideas sagradas”. No hay “ideas Voldemort”, “ideas que no deben ser nombradas”, ni “pensamientos tabú que no deben ser concebidos ni mencionados”. Las ideas sólo están en nuestras cabezas; pueden ser falsas, pueden ser tontas, puede que nadie más esté de acuerdo con ellas. Toda idea es discutible, refutable, y objeto de burla. ¡Son sólo ideas!
4. Si no hay "ideas sagradas", uno puede burlarse de ellas. Como decía Mencken, «La prueba final de la veracidad es el ridículo. Pocos dogmas lo han enfrentado, y sobrevivido... La afilada navaja de la burla es resistida por la dura piel de la verdad». Si mis ideas no resisten burlas, ¡mala señal! Si cuando alguien se burla de mi religión, me dan ganas de acuchillarlo, ¡qué débiles convicciones! ¡Cuán débil será el dios que se desmorona ante una caricatura!
5. Si no hay “ideas sagradas”, y uno puede burlarse de cualquiera de ellas, entonces no hay ideas “dignas de respeto”. «Una de las convenciones más irracionales de la sociedad moderna es que las opiniones religiosas deben ser respetadas. No hay nada en las ideas religiosas, como grupo, que las eleve por encima de otras ideas», decía Mencken.
Lo que para uno puede ser valioso y sagrado, para otro no lo es en lo absoluto; y no puede exigírsele que se comporte como si lo considerara valioso o sagrado. Es decir, a nadie puede exigirse que se comporte como un hipócrita, como si creyera en algo que no cree.
Lo que para unos es sagrado y divino (por ejemplo, los dioses en los que creen los pueblos paganos), para otros son ridículas supersticiones; lo que para unos es blasfemia castigable con la muerte (por ejemplo, dibujar a Mahoma), para otros es algo trivial, ridículo.
¿Deben unos someterse a las creencias de otros? ¿Deben unos vivir como si creyeran en algo que no creen? Claro que no, de eso se trata vivir en un país laico.
Las ideas tontas deben ser desenmascaradas a través de la burla y el ridículo. Es la forma más fácil de librarse de las ideas tontas, y de progresar en cultura y educación; como individuos y como sociedad.
6. «Pero una cosa es la libertad de expresión, y otra es abusar de ella», afirman personas de poca cultura. «Las caricaturas de Charlie Hebdo, blasfemas y sacrílegas, obviamente son un abuso de la libertad de expresión».
 Imagina que has nacido en una isla que adora a un volcán. Tú te has convertido en un “descreído” que ya no adora al volcán. Pero los demás nativos siguen haciéndole sacrificios, arrojándole cantidades de buena comida, animales, y hasta vírgenes. Bueno, obviamente la adoración al volcán es una idea estúpida que no merece respeto alguno, y es digno objeto de burla por las estupideces a las que lleva a sus creyentes, que matan sus hijas por esa idea.
¡Pues así son todas las religiones para el ateo! ¿Hay que “exigirle respetar” algo que le resulta estúpido? ¿Nuestro “dios volcán” sí merece que todos los humanos se hinquen ante él, aunque no lo crean? ¿Estamos dispuestos a usar la violencia contra los descreídos para “hacer respetar” a nuestro “volcán”?
Por supuesto que no hay derecho a usar la violencia para obligar a otros a que se comporten según nuestras creencias.
Como dijimos, la libertad de expresión o su inexistencia se demuestra en el discurso controversial. Le doy la palabra a R. Douthat, citado por Martín Pallares en diario El Comercio: «“Si un grupo de personas quiere matarte por decir algo, entonces es ciertamente algo que debe ser dicho; porque de otra forma el violento tiene el poder de veto sobre la civilización liberal, y cuando ese escenario se produce, ya no es más una civilización liberal”. Para Douthat, una sociedad sin ofensas es lo mejor, “pero cuando las ofensas son respondidas por el crimen, es cuando necesitamos más de ellas; no menos, porque a los criminales no se les puede permitir un solo momento pensar que su estrategia puede tener éxito”».
En resumen, en toda edad y sociedad siempre será necesaria una voz volteriana «que manifieste incredulidad o impiedad cínica y burlona», como dice el diccionario; que nos demuestre que los ídolos son sólo eso, ídolos, que siempre pueden caer; que no hay “ideas tabú”. 
7. Por lo tanto, la amenaza de violencia no debe ser nunca el límite de la libertad de expresión. El miedo es la muerte del pensamiento; si permitimos que los brutos violentos se impongan sean terroristas, sea el gobierno, sean hordas de “camisas pardas” leales al gobierno con su lema “abajo el pensamiento, viva la muerte”, habrá que responderles como Unamuno en el Paraninfo: «Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis».
Para lo que valen las opiniones, propias y ajenas...