jueves, 1 de noviembre de 2012

Apuntes contra la "redistribución de la riqueza"

Eso de la “redistribución de la riqueza” que se ha vuelto a poner de moda entre nosotros, se explica en una sola idea: piensa el político: “es tan divertido gastar la plata ajena”.
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Dicen que a Willie Sutton, famoso ladrón de bancos, le preguntaron: «¿Por qué roba Ud. bancos?», y respondió: «Porque ahí es donde está la plata». La historia es apócrifa, pero se aplica plenamente a nuestros “redistribuidores de riqueza ajena” criollos... Los bancos están llenos de dinero (ajeno); la tentación de “redistribuir” es demasiado grande...
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Sutton dijo, sin embargo: «¿Por qué robé bancos? Porque lo disfrutaba. Me encantaba. Me sentía más vivo cuando estaba dentro de un banco, robándolo, que en cualquier otro momento de mi vida. Disfrutaba tanto todo lo que tenía que ver con ello, que una o dos semanas más tarde estaría buscando el siguiente “trabajo”». ¡Eh! Supongo que así se siente el político que “redistribuye” la riqueza ajena. No se sentiría tan “vital” si redistribuyese la propia, ¿eh?
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Los bancos que, por sus malos manejos, recibieron ayuda estatal, desaparecieron o están en poder del estado (*cof*, Cofiec, *cof*). Los bancos privados actuales no necesitaron esa ayuda. Pero acusar a “los bancos” y “los banqueros”, en general, aún a los actuales, de la crisis del ʼ99, no sólo que es injusto, sino que es estúpido: fácilmente uno se deja llevar del rencor y deja de pensar, convirtiéndose en presa de los manipuladores políticos y sus eslóganes. No es inteligente dejarse convertir en un tonto útil, peor aún de los políticos.
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Una ventaja de la crisis por lo menos una hubo fue que Mahuad se vio obligado a cortar uno de los tantos tentáculos que tiene el gobierno en nuestos bolsillos: la impresión de moneda. Cada año era el 10%, 15%, 20% que perdíamos en poder adquisitivo en beneficio del gobierno. Tal vez ese el origen de tanto rencor por parte de un gobierno autoritario: tanto querría imprimir moneda, pero el pueblo no toleraría, dicen, una salida del dólar.
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El bono disminuye la pobreza, pero de una manera meramente formal. Si definimos como pobres a aquellos que tienen un ingreso menor a un dólar diario, si les regalamos $35 mensuales, ¡puf!, por arte de magia sacamos de la pobreza a los casi dos millones de receptores del bono. Pero NO se han incorporado productivamente a la sociedad; si les quitan el bono, vuelven a ser pobres.
Además, si es verdad que la pobreza, el desempleo, han disminuido, los receptores del bono deberían también ser menos; pero no es así: se han incrementado en cientos de miles, y el monto del bono también.
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Si el gobierno quiere ayudar a las madres solteras, facilíteles: 1) guarderías para que puedan dejar a sus niños e ir a trabajar, y 2) suficiente libertad económica para que las empresas crezcan y les ofrezcan empleo productivo. Pero un gobierno que odia la riqueza y a los ricos, que odia los mercados (que odia la libertad ajena, en otras palabras), no lo hará.
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Políticamente el gobierno prefiere que los pobres se mantengan pobres y reciban el bono: pues se convierten en sus clientes, en el sentido romano del término (es decir, sus “mantenidos”). Tiene casi dos millones de electores fieles, más aún si les sube el bono. Al gobierno NO le interesa que se conviertan en ciudadanos prósperos, independientes, afluentes; se pasarían a la oposición, probablemente, al experimentar en carne propia todas las trabas que sufren los creadores de riqueza en nuestro país.
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Lo que me preocupa es que los cambios de humor del presidente se traducen inmediatamente en políticas de estado y legislación. Él se enardece en la sabatina; su discurso expresado con despecho y sarcasmo se traduce inmediatamente en legislación que se presenta con carácter de urgente a la asamblea. Y muy probablemente se lo apruebe. ¿Ésa es manera de dirigir los destinos de un país?
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Los tecnócratas (burócratas que se creen científicos, según excelente la definición de José Manuel De Oliveira) parecen creer que los ciudadanos son piezas de tablero, que pueden ser movidas de un lado a otro sin chistar. Pero no es así. Aquellos a quienes afectan las decisiones políticas (que se aplican bajo amenazas de prisión y confiscación) siempre buscarán cómo evadirse. Es nuestra naturaleza. Lo hicieron los quiteños de antaño, por una alcabala (IVA) de tan sólo 2%; lo harán ahora.
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Lo que el gobierno no ve, es que sólo puede confiscar para “redistribuir” la riqueza actual; no la futura; y esa riqueza futura es menos probable que se produzca, si uno sabe que será confiscada. Así, la “redistribución” siempre genera pobreza, escasez, desempleo. La “redistribución” NO incentiva la creación de riqueza; la desalienta, y cada vez habrá menos para “redistribuir”.
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Y justifican la “redistribución” porque dizque los ecuatorianos debemos colaborar con el estado. Curioso: creía que era lo contrario, que el estado existía para ayudarnos, servirnos. Resulta que estamos al servicio del estado, no al revés. ¿No suena eso a fascismo?

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