miércoles, 10 de septiembre de 2014

El gobierno es inmoral (completo)

La regla de oro
 La base de la moral es: “no hagas a otro lo que no te gustaría que te hagan a ti”. Es la “regla de oro”.
La “regla de oro” se conoce desde alrededor del año 580 a.C., cuando el filósofo griego Tales dijo: «aquello de lo que culpamos a otros, no lo hagamos nosotros».
Otros filósofos griegos dijeron lo mismo casi al mismo tiempo. Confucio lo dijo un siglo o dos más tarde, y muchos lo han repetido desde entonces.
La “regla de oro” ha estado con nosotros durante mucho tiempo, y ha funcionado mejor que cualquier otra norma a lo largo de todos esos años. La vida humana es complicada, y a veces aplicar la “regla de oro” requiere análisis, pero el principio en sí permanece.
Guiando a la humanidad desde siempre. (Clic para agrandar)
Afirmaciones como, «realmente no podemos distinguir el bien del mal», o «sólo lo ves como bueno o malo debido a tu cultura», como mínimo son tontas, y más bien son veneno mental. Les prometo que si actúan de acuerdo con la regla de oro, van a hacer lo correcto el 99,9% del tiempo. ¿Algún sistema académico de ética alcanzaría ese porcentaje de éxito?
¿Para qué complicarse? La integridad (que es a lo que la regla de oro se reduce) es un concepto simple que puede ser entendido por cualquier adulto. Y esto significa que la claridad moral es no sólo posible, sino universalmente accesible.
La moralidad, al final, es simple: lo que no te gusta que te hagan, no se lo hagas a otros.
Ciertas ideas supuestamente “cultas” o “de avanzada” a menudo hacen ver a la moralidad como tontas supersticiones antiguas. Pero los mismos que hacen estas declaraciones las niegan con sus acciones a diario. Cualquiera de nosotros se queja con razón del tarado que se cuela en la fila, del padre que maltrata a sus hijos, o de un colega mentiroso. Los estamos acusando de ser inmorales, confirmando así que la moral nos importa.

¿Qué es el Gobierno?

En términos sencillos, el gobierno es un grupo de seres humanos que manda sobre otros seres humanos.
Las definiciones formales son: «una organización que mantiene el monopolio de la fuerza en un área geográfica fija». En la práctica es lo mismo que «un grupo de humanos que manda sobre otros seres humanos».
En términos simples, el gobierno es la organización que nos dice lo que podemos o no podemos hacer. Y si lo desobedecemos, se reserva el derecho a castigarnos; y muy a menudo nos castiga.
Como expresa la definición formal, el gobierno es una organización basada en la fuerza. Sin fuerza, deja de ser “gobierno”.
El gobierno no es una organización productiva, como un negocio comercial o una granja familiar. Las personas que forman un gobierno viven de la riqueza de los demás, riqueza que el sistema de gobierno les quita. Esto es indiscutible.
Más tarde responderemos a la cuestión de si esa institución del gobierno es necesaria. Por ahora, simplemente estamos tratando de entender su naturaleza. Y el hecho es que el gobierno sobrevive tomando por la fuerza la riqueza de los demás.
Todos lo sabemos, por supuesto: los impuestos se llevan nuestro dinero a diario, bajo amenazas fuertes y creíbles; si usted no paga, le suceden cosas malas.
Que usted pague, no es fruto de la persuasión; es fruto de una amenaza, es fruto de la violencia. Detrás de cada impuesto, hay hombres armados apuntándole.
Esto de “reunir dinero bajo amenazas violentas” es la función central de gobierno. Sin eso, las personas que componen el gobierno se morirían de hambre. Antes de que los soldados pueden estar armados; antes de carreteras se puedan construir; antes de que nada se pueda hacer, el gobierno debe tomar el dinero de la gente por la fuerza.
Al igual que el gobierno, las empresas también toman el dinero de otras personas. Las empresas, sin embargo, reciben el dinero de otras personas mediante la persuasión: si me das un poco de tu dinero, te daré esto, o haré esto por ti. Eso es un intercambio voluntario.
El uso de la fuerza es lo que distingue al gobierno de otras organizaciones humanas.

¿Es moral?

La pregunta aquí es simple: ¿es moralmente lícito para un grupo de hombres, tomar por la fuerza el dinero de todos los demás?
A nadie le gusta que le quiten su dinero por la fuerza. Ni siquiera a los recaudadores de impuestos: cualquiera de ellos consideraría algo inmoral que le roben la casa. A los ladrones comunes tampoco les alegra que les roben.
Imaginemos que el antiguo presidente Bush (el “cuco”, para todo bienpensante contemporáneo) le dice a nuestro presidente: «convencí a la ONU que te ordene que me des parte de tu sueldo. Y también debes darme parte del presupuesto del estado. Si no lo haces, iremos por ti como hicimos con Noriega, y te espera Guantánamo».
El presidente se indignaría, con razón; nadie está de acuerdo con esos gastos inmorales. Ningún ecuatoriano ha votado por ello. Pero tendría que cumplir, o sufrir una invasión.
Eso mismo hace el gobierno: obligar a unos ciudadanos a pagar impuestos, para financiar gastos con los que quizá no están de acuerdo; gastos que otros han decidido. Si no cumplen, a la cárcel; y si tratan de resistirse, les disparan. Eso es tan bárbaro como el ejemplo de Bush.
Por lo tanto, la conclusión tiene que ser que cogerse el dinero ajeno por la fuerza es inmoral. Las personas que lo hacen a otros (ladrones y recaudadores de impuestos; se parecen demasiado, de hecho) no les gustaría que se lo hagan a ellos. Y ya que el gobierno sólo puede sobrevivir quitando dinero por la fuerza, tenemos que concluir que el gobierno es inmoral.
Como el gobierno hace a otros lo que no le gustaría que le hagan a él, el gobierno es inmoral.
Esta no es una conclusión política; se trata de una conclusión moral. Y la moral sigue siendo un factor primordial en la existencia humana.
Independientemente del hecho de que a muchas personas les gusta pensar que su gobierno es un “agente del bien sobre la Tierra”, no podemos llamar bueno a ningún gobierno.
Un gobierno en particular puede ser “menos malo” que otro gobierno, incluso “mucho menos” malo, pero nunca puede ser “bueno”.
Si esta conclusión nos resulta inquietante, hasta peligrosa, es una cuestión secundaria. La verdad persiste: si la regla de oro tiene validez, entonces los gobiernos son inmorales, pues los gobernantes hacen a otros lo que no les gustaría que le hagan a ellos.
Para que un gobierno sea moralmente “bueno”, tendría que dejar de tomar el dinero ajeno por la fuerza, y ​​empezar a reunirlo sólo con la persuasión..., como lo hace cualquier fundación o asociación de beneficencia. Fácil es imaginar que su ingreso se reducirá drásticamente; en un mes no tendría dinero suficiente para pagar a su legión de esbirros.

«¿Quieres decir que...?»

No, no estoy sacando ninguna conclusión más allá del hecho de que los gobiernos necesariamente son inmorales.
Si desea sacar una conclusión política, permítame advertirle que “deshacerse del gobierno” es la peor cosa que podría Ud. intentar.
En primer lugar, sería inmoral y cruel intentar quitarle el gobierno a tantas personas que desesperadamente desean que alguien les “mande”, y eligen gobiernos “fuertes” con entusiasmo.
En segundo lugar, a esos psicópatas que elegimos como gobernantes y a su legión de hombres armados —es decir, lo que llamamos “gobierno”— no le hará ninguna gracia que Ud. ponga en tela de duda su fuente de ingresos. Ganan mucho dinero, y “dinero fácil”; si lo pierden, tendrían que volver a trabajar productivamente, convenciendo a otros que les den dinero a cambio de cosas o servicios. Y ya están acostumbrados a ganar mucho dinero quitándoselo a los demás.
En tercer lugar, esa estrategia no funciona. Recuerde esta cita de Buckminster Fuller:
«Las cosas nunca cambian luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, construya un nuevo modelo que haga obsoleto el modelo vigente».

«¡Pero el gobierno es necesario!»

Muchas no pueden evitar ver al gobierno como “lo que fue, es, y siempre será”. Es decir, algo así como un dios. Y entiendo por qué; todos hemos sido entrenados en ese pensamiento desde la cuna. 
"Soy del gobierno, y he venido a ayudar".
Piensan que el gobierno, aunque inmoral, sigue siendo necesario, ya que su ausencia sería peor.
Si la ausencia de gobiernos conduce a más de 260 millones de muertes por siglo (como los gobiernos hicieron en el siglo 20); si la ausencia de gobierno resulta en la pérdida de más de la mitad del salario de una persona productiva; si la ausencia de gobierno resulta en la eliminación del pensamiento independiente y trata de convertir al ser humano en un autómata obediente, entonces el gobierno es la mejor opción y debe permanecer en el control del mundo.
Pero si no es así, si los gobiernos son la causa de los peores males de la humanidad, el concepto de “gobierno” debe ser abandonado, por inmoral y pernicioso.
Sería interesante experimentar. Pero lástima que el gobierno lo prohíba...

Basado en el excelente artículo Can Any Government Be Moral? de Paul Rosenberg, publicado en CaseyResearch.com.

lunes, 8 de septiembre de 2014

El gobierno es inmoral (corto)


La base de la moral es: “no hagas a otro lo que no te gustaría que te hagan a ti”.
Imagine que el antiguo presidente Bush le dice a nuestro presidente: «convencí a la ONU que te ordene que me des parte de tu sueldo. Para financiar nuestras bases militares. Y también debes darme parte del presupuesto del estado. Si no lo haces, iremos por ti como hicimos con Noriega, y te espera Guantánamo».
El presidente se indignaría, con razón; nadie está de acuerdo con esos gastos inmorales. Ningún ecuatoriano ha votado por ello. Pero tendría que cumplir, o sufrir una invasión.
Eso mismo hace el gobierno: obligar a unos ciudadanos a pagar impuestos, para financiar gastos con los que quizá no están de acuerdo; gastos que otros han decidido. Si no cumplen, a la cárcel; y si tratan de resistirse, les disparan. Eso es tan bárbaro como el ejemplo de Bush.
Ya que el gobierno hace a otros lo que no le gustaría que le hagan a él, podemos concluir que el gobierno es inmoral.

El cordero y el gobier..., digo, el lobo

Cuenta Esopo que un lobo, hallando un cordero descarriado, resolvió no atacarlo simplemente, sino encontrar algún motivo para justificar su derecho a comérselo.

Le dijo: «Señor, el año pasado usted me insultó groseramente». «De hecho», baló el cordero con tono lastimero, «yo ni siquiera había nacido».

Luego dijo el lobo, «usted pasta en mi territorio». «No, buen señor», respondió el cordero, «aún no he probado la hierba».

Una vez más insistió el lobo: «Usted bebe de mi pozo». «No», exclamó el cordero, «jamás he bebido agua, pues la leche de mi madre es a la vez comida y bebida para mí».

Tras lo cual el lobo se le abalanzó y se lo comió, diciendo: «¡Bueno! No permaneceré hambriento, a pesar de que refutas cada una de mis acusaciones».

El tirano siempre encontrará un pretexto para su tiranía; si el gobierno ya se fijó en el suculento Fondo de Cesantía del Magisterio Ecuatoriano, no habrá argumento capaz de disuadirlo.


martes, 1 de julio de 2014

El gobierno de Ecuador "embarga" a Ecuador

Efectos del bloqueo:
Familia alemana trata de pensar que Fido sabe a conejo.
 El gobierno presidente Correa dificulta las importaciones para proteger la industria nacional, según dice.

Difícil creer que sea una medida beneficiosa, pues prohibir las importaciones con bloqueos y embargos es una de las primeras medidas impuestas al enemigo en una guerra para causarle daño y pobreza.

 

El presidente critica, con razón, el embargo que impone EE.UU. a Cuba desde hace 50 años, dificultando el comercio de la isla; y sin embargo impone medidas similares a nuestro país.
 

El embargo a Cuba es, en palabras del presidente, “intolerable, criminal, el mayor atropello contra los DD.HH., un obstáculo para el desarrollo de Cuba”. 

Las medidas similares que aplica su gobierno, ¿también son intolerables, atropellan los DD.HH. de los ecuatorianos, dificultan el desarrollo del país?
 

¿Un embargo internacional causa pobreza, pero “embargarnos” a nosotros mismos generará riqueza? Absurdo.

miércoles, 19 de febrero de 2014

La política: primitiva barbarie

En estas elecciones, recordemos que la política es una reliquia de un pasado bárbaro.
Gobiernos como los actuales, en los que unos hombres mandan a otros, existen desde hace cinco mil años. ¿Qué otra tecnología de hace cinco mil años se usa aún? Ninguna.
Ya no encendemos fuego con pedernal ni escribimos en tablillas de barro, pero la política sigue basada en la violencia.
Quítenle la violencia a los gobiernos y se convierten en mediocres ONG. Sin violencia para cobrar impuestos, nadie les daría un centavo a los políticos; no podrían pagar a sus legiones de esbirros y el gobierno desaparecería en pocas semanas.
La política no puede existir sin la fuerza bruta. Toda la política, todo el gobierno, se basa en una sola “transacción”: quitarle dinero a la gente contra su voluntad. Sin eso, el gobierno deja de existir. 
«Pero existen para hacer el bien», pensará Ud.  «Para asegurar el bien común, para evitar desmanes, para ayudar a los pobres».  
Eso es lo que le quieren hacer creer a Ud.: que son indispensables.  No lo son.
  En realidad los gobiernos existen sólo para que unos poderosos y violentos vivan a costa de los demás, como parásitos.  Exactamente tal como la "mama Lucha", de infausta memoria, o cualquier otra banda de mafiosos y extorsionadores.  
Claro: hacen obra, regalan dinero... siempre que eso les ayude a mantenerse en el poder.  Si eso no es suficiente, mostrarán su verdadera cara: la violencia, que es lo último que los sostiene en el poder.   
Mas pese a que “el gobierno” es la queja más común y causa lospeores males (miren a Venezuela), nunca cambia su esencia.
Ni nadie puede intentar formas alternativas de sociedad; si lo hacen, vienen hombres armados a encerrarlos, y si se resisten, les dispararán. Con suerte, sólo les quitarán su dinero multándolos.
Asimismo, recordemos que votar no cambia nada. Como decía un sticker de hace tiempo, «si votar cambiara algo, votar sería ilegal».
"Deposite aquí su voto"
Las elecciones son más bien “rituales que nos dan tranquilidad”, como los que practican quienes sufren de trastorno obsesivo–compulsivo. Es decir: no sirven para nada, pero si no las hacemos, nos ponemos muy nerviosos.
"Si piso las rayas, algo terrible sucederá. Lo mismo si no voto"
  Como decía un político, «que marchen todo lo que quieran, con tal que sigan pagando sus impuestos». La política no cambia nada; su misión es mantener al pueblo tranquilo y obediente.
La verdadera función de las elecciones.
¿Algún día evolucionaremos esta bárbara institución?

Fuente: Las excelentes ideas de Paul Rosenberg en http://www.freemansperspective.com/stop-caring-about-politics

viernes, 14 de febrero de 2014

Cochinos, pero no es nuestra culpa

―Te invito a conocer mi casa. Pasa.
―Con permiso... Oye, disculpa que te lo diga pero tu casa está muy sucia. Parece una chanchera.
―Sí, así la dejó el inquilino anterior, que era un cochino.
―¿Y cuánto tiempo llevas viviendo aquí?
―Siete años.
―!!
Absurdo, ¿verdad? Pues lo mismo hace el gobierno, divulgando por el mundo la suciedad que dejó una petrolera... ¡Y que nadie ha limpiado en veinte años!, ni siquiera el gobierno actual, que ya lleva siete en el poder.

miércoles, 5 de febrero de 2014

¡No abandonemos la Convención Americana de Derechos Humanos!

El gobierno critica con razón que EE.UU. no haya suscrito la Convención Americana de DD.HH. pero quiere llevarnos a una situación similar, amenazando con retirar al país del sistema interamericano de DD.HH. (SIDH).
Es el único recurso que le queda a un ciudadano si cree que el gobierno viola sus derechos y no ha obtenido justicia en su país.
¡No podemos quedarnos sin justicia internacional!  Veamos por qué.

No se juega en “cancha inclinada”

 

El equipo local ataca hacia abajo.
Imagínese que usted crea que alguien lo haya estafado. Su derecho ciudadano es llevarlo a las cortes para denunciarlo y que sea obligado a responder.
¡Pero imagínese que su adversario sea quien haya nombrado los jueces!  Y los jefes de los jueces hayan trabajado antes para su adversario.
Difícil creer que esos jueces sean independientes de su adversario.  Usted preferirá litigar en otra corte, donde su adversario no tenga influencia.
Por supuesto que su adversario no querrá litigar donde sabe que no tiene influencia, pues sabe que probablemente pierda el juicio si no tiene razón. 

Usted contra el estado, de igual a igual

 

De igual a igual, claro...
Hoy en día cualquier ciudadano del continente americano, con la excepción de Venezuela y EE.UU., puede demandar a sus gobiernos ante la corte interamericana de derechos humanos.
¡Sí!  Usted y yo podemos demandar al gobierno, si creemos que 1) el gobierno ha atacado injustamente nuestros derechos humanos, y 2) los jueces en nuestro país no han hecho justicia adecuadamente.
Mucha gente se admira de eso, de que un ciudadano “de a pie” pueda acusar al gobierno, tan grande y poderoso, y obligarlo a reparar daños causados.  Pues sí, puede hacerse; toma mucho tiempo y es costoso ―implica litigar en el extranjero― pero ha funcionado en varias ocasiones.
Es lo que diferencia a nuestras repúblicas de los reinos de antaño, donde el rey hacía lo que le daba la gana y nadie podía hacer nada.  Se supone que hoy los presidentes y demás funcionarios públicos deben obedecer la ley y respetar a sus “jefes”, que son los ciudadanos.  Y si no, deben pagar por ello.  
En las cortes internacionales el gobierno ―tan poderoso localmente― es tan débil como un individuo.   Y lo que en el país impresiona y aterra, en el exterior es visto con desdén y “alipori” (“vergüenza ajena”).  Allá no son temidos y acaso ni respetados, si se demuestra sus abusos. 

A los malos no les gusta ser juzgados

 

“No, no me gusta”
Por supuesto que eso no les hace ninguna gracia a los gobiernos autoritarios, que ven así limitado su poder.
Lamentablemente al gobierno de los EE.UU. ―país que fue la cuna de las ideas de libertad― no le interesa responder de tanto abuso que comete dentro y fuera de sus fronteras. El estado federal de EE.UU. se está convirtiendo en un estado policial y es una tragedia que sus ciudadanos no puedan hacer nada por evitarlo.  Por eso no ha firmado la convención americana de DD.HH., pese a que es la sede de la corte de DD.HH. de la OEA.
Hoy en día basta que el gobierno federal de EE.UU. declare, con razón o sin ella, que alguien es “terrorista” ―aún ciudadanos americanos dentro del territorio estadounidense― para que puedan mantenerlo preso indefinidamente sin juicio, sin abogado, incomunicado, etc.  Es un secuestro estatal, ni más ni menos. Para no mencionar la tortura a la que son sometidos.
Son abusos y es inconstitucional, pero ¿quién podrá impedírselo al gobierno más poderoso del mundo?
El expresidente Chávez recibió varias acusaciones en las cortes de la OEA por atentar contra los derechos humanos de los venezolanos, e incluso recibió condenas en contra.  Es decir, las cortes de la OEA afirmaban que era cierto que el gobierno de Chávez actuó injustamente contra algunos ciudadanos, y debía indemnizarlos.  
Pero Chávez, en vez de eso, decidió retirar a Venezuela de la Convención Americana de DD.HH. porque la Corte interamericana de DD.HH. supuestamente apoyaba el terrorismo, obedecía las consignas de “el imperio” (los EE.UU.), perseguía a los gobiernos progresistas, etc.
Vamos, chico, ¿a quién le gusta que lo juzguen?
Me pregunto si no es ése el sueño de todo acusado: decidir si lo juzgan o no; decidir si responde por todos sus actos, o no.   ¡Todo acusado de crímenes elegirá no ir nunca a juicio!  Pero eso equivale a dejar la puerta abierta a la impunidad.  
Los ciudadanos de EE.UU. o Venezuela están desprotegidos de eventuales abusos del poder.  Si un ciudadano venezolano cree que los jueces no condenaron a su gobierno por miedo, salado: no puede apelar a la CIDH. 

“Pero mi político es bueno”

 

Este simpático ancianito…


...y su sonriente amigo…


Pol Pot y el “Camarada Duch”.
Y eso que tuvieron “buenas intenciones”.
Si alguien cree que su gobierno es “bueno”, y que “sería incapaz de abusar de su poder”, pues déjeme decirle que es un ingenuo: TODA la historia de la humanidad recoge los constantes abusos de los poderosos, en todas las épocas.  Las formas de gobierno han evolucionado con la meta de evitar los abusos de los poderosos.
SIEMPRE habrá abusos y errores.  Los funcionarios son seres humanos, no ángeles, y deben responder por sus actos como todo ciudadano.  
Un presidente puede ser corrupto, rencoroso, prepotente, etc..  Puede ser mediocre, ignorante, hasta medio tonto.  Es probable que sea incluso un psicópata inescrupuloso dispuesto a todo.  
Añádale a esto un enorme poder, miles de millones de dólares a su disposición, una legión de funcionarios y ejércitos de soldados armados obedientes, miles de votantes fanatizados dispuestos a justificar todo su proceder…  Es la receta para el abuso, con mala intención o por simple incompetencia.
Los jueces que deben controlar a ese presidente y corregir sus abusos, pueden ser corruptos; pueden ser cobardes; pueden ser ignorantes; pueden tener “rabo de paja” (es decir, haber cometido delitos y estar impunes) y ser extorsionados fácilmente por el gobierno.  
Un presidente muy poderoso puede llegar a controlar las cortes de justicia y ganar la mayoría de los juicios, con razón o sin ella.  
De ahí que se haya creado tratados de derechos humanos y cortes de justicia internacionales, donde se supone que los gobiernos no pueden influir. 

“No, mi político sería incapaz de hacer eso”

 

Mi cara, cada vez que escucho eso
Bueno, entonces que litigue y gane los juicios en cortes internacionales.
El acusado no debe decidir si lo juzgan o no, o quién.  TODO funcionario público debe poder ser juzgado por los ciudadanos ante jueces imparciales; si no en el país, fuera de él.  
Imagínese que le toca a usted enfrentarse al gobierno.  Ante los recursos económicos y humanos ilimitados del poder, usted acaso sólo tenga “el poder de tener razón”.  Buena suerte tratando de ganar un juicio local contra ese adversario.  

“El pueblo no permitiría esos abusos”

 

“Tenemos derecho a elegir y ser elegidos”.
El poder debe ser visto con desconfianza.  Fácilmente puede usar sus enormes recursos para modificar la voluntad popular con propaganda y lograr que el pueblo apoye malas leyes que le dan al gobierno muchas más ventajas.  
El pueblo es venal y se hace de la vista gorda de los abusos, “mientras haya obra”.
Frente a la influencia de la política la gente se vuelve psicópata e indiferente al sufrimiento ajeno.  Pensarán: “él se lo buscó”, “quién lo manda a ser tan grosero, debe respetar a la autoridad”, “no puedo opinar, o perdería el cargo público, y mis hijos tienen que comer”, o al menos “lástima, pero menos mal que no es a mí”, y seguirán indiferentes.
Poniendo ejemplos extremos, el pueblo alemán, tan culto y educado, no impidió el ascenso de Hitler.  En EE.UU., la cuna de la libertad moderna, el pueblo por más de cuatro generaciones ve impasible cómo su gobierno se vuelve más y más tiránico.  

“Pero están creando una corte en la CELAC”

 

"¿Eres, o te haces?"

Imagínese que usted acusa a alguien.  Ahora imagínese que el acusado puede elegir el juez que llevará el caso: A, a quien no conoce; B, que es su compadre; C, a quien el acusado ayudó a conseguir el puesto de juez.  
¿Sinceramente cree que el acusado elegirá al juez A?  Claro que no, elegirá a su compadre o al juez que le debe un favor.
Imagínese que usted acusa a otro.  Pues ese “otro” no va a ir a las cortes comunes; va a crear una corte especial para que juzguen las acusaciones contra él.  Suena ridículo, ¿verdad?  Esos jueces no serán independientes.
Los países que tienen más acusaciones contra los derechos humanos están promoviendo crear una corte en la CELAC, y salir de la OEA, como hizo Chávez.   
Eso no despierta confianza.  Como dijimos, ése es el sueño de todo acusado: elegir si lo juzgan o no, o elegir quién lo va a juzgar.
O, ¡peor aún!, imagínese que usted declara que va a acusar a alguien, y ese “alguien” puede cambiar la ley que castiga los actos por las que Ud. lo va a acusar…  ¡Buena suerte en ese juicio!
¿Tonterías?  ¿Exagero?  TODO eso ha sucedido y viene sucediendo en nuestros países.  
De ahí que normalmente sea difícil litigar contra los gobiernos.

Jugar en cancha inclinada, parte II

¿Está mejor ahora?
Imagínese que usted no está de acuerdo con algo que hace el gobierno, y escribe sobre ello, y habla en público sobre su inconformidad.  El gobierno lo etiqueta a usted como “opositor”.  
Pues imagine que al gobierno se le ocurre acusarlo a usted de algún delito.  “Casualidad”, ¿verdad?  Veamos cómo está trazada la cancha:
¿Tiene usted millones de dólares de presupuesto para litigar?  No.  Pues el gobierno sí.
¿Tiene usted miles de dóciles y obedientes empleados a su disposición?  No.  Pues el gobierno sí.
¿Tiene usted un ejército de policías armados hasta los dientes listos para apresar a su contendor, apenas les llegue la orden?  No.  Pues el gobierno sí.
¿Tiene usted un presupuesto de millones de dólares para hacer publicidad en influir en la opinión pública?  No.  Pues el gobierno sí.
¿Tiene usted una red de medios de comunicación a su servicio?  Probablemente no.   Pues el gobierno sí.
¿Tiene usted una numerosa bancada de legisladores dispuestos a aprobar sus leyes?  No.  Pues el gobierno sí.
¿Tiene usted muchos ex-empleados, familiares y ex-abogados entre los nuevos jueces y fiscales, que usted ayudó a colocar ahí?  No.  Pues el gobierno sí.
¿Puede usted elegir “salirse” de la competencia de los jueces, así como Chávez sacó a su gobierno de la OEA?  No.  Pues el gobierno sí.
¿Puede usted impulsar la creación de “nuevas cortes” para que lo juzguen a usted y su caso?  No.  Pues el gobierno sí.
¿Se da cuenta que hay una “asímetría” o desequilibrio entre las dos partes procesales, Ud. y el gobierno?  
¿Se da cuenta que Ud. lleva las de perder?  
¿No cree que es bueno que haya una corte internacional en la que el gobierno pueda ser juzgado “como un ciudadano más”?
Por eso, ciudadano lector, no apoye la iniciativa del gobierno de retirarnos de la Corte de la OEA.  
Imagine si fuera Ud. quien recibiera ataques del gobierno y creyera que los jueces no lo defienden a usted, sino al gobierno.  Si el gobierno tiene la razón, debe poder probarlo, y ganar los juicios.  
“Ah, es que la corte de la OEA está dominada por los gringos, que hacen que no sea imparcial”, se quejaba Chávez y se quejan los gobiernos “progresistas”.   
Pues es la queja que tienen todos quienes desconfían de las cortes nacionales al litigar contra el gobierno: que los jueces están intimidados o inclinados a darle la razón al gobierno, aunque no la tenga.  
 
“¿Qué estás insinuando?”
Sin embargo, esos opositores no pueden hacer nada por “salirse” de la competencia de una justicia que creen parcializada, o crear su propia “corte”.  El gobierno sí puede; y tiene muchas otras herramientas para ganar los juicios.  No nos privemos de la única que nos queda. 

“Si nos sacan de la OEA, ¿qué nos queda?”

 

No, eso no. Ya sabemos cómo termina (todos muertos)
La alternativa para una hipotética víctima sería la Corte Penal Internacional de La Haya.
En la corte de la OEA, un ciudadano que cree que el gobierno ha atacado sus derechos, acusa al estado, y no al presidente Juan Pérez.
El presidente y su procurador general (el abogado del estado) se defienden, no en su propio nombre, sino a nombre del estado.  
Si el estado pierde el juicio y es condenado a indemnizar, el dinero no sale de los bolsillos de los funcionarios (que tal vez no sean ya los mismos que hicieron la agresión), sino del presupuesto del estado.
Supuestamente el nuevo gobierno podría “cobrar” la indemnización a los antiguos funcionarios, y sancionarlos a su vez.  Sin embargo, nunca se ha hecho, hasta donde tengo noticias.  
Sin embargo, en la Corte Penal Internacional no se acusa al estado, sino a funcionarios con nombre y apellido, de crímenes contra la humanidad.
Es algo mucho más serio, ¿no?
Es más difícil litigar ahí, no sólo por la distancia y las barreras del idioma (está en Europa y los lenguajes oficiales son inglés y francés) sino también porque quien acusa es el fiscal de la corte.  
Cualquier persona puede hacerle llegar al fiscal noticias de abusos, y él decidirá si acusa o no.  No debe ser por actos de abuso aislados, sino por actos repetidos, que demuestren una intención de persecución.
Por ejemplo se ha acusado a numerosos presidentes africanos, al sirio Bashar Al-Assad, entre otros.
El crimen de lesa humanidad incluye la «persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos, de género, u otros motivos universalmente reconocidos como inaceptables con arreglo al derecho internacional».  
¿Por qué llegar a un juicio en una corte mundial?  
¿Por qué hay gente en nuestros países que cree que sus derechos han sido vulnerados?
Que los gobiernos hagan obras, que cumplan la ley, que cuiden los recursos públicos.  Así su memoria será grata y reconocidos con respeto en su ocaso político.


Si aguantó leer hasta el final, desahóguese comentando.  Se lo merece.