...la violencia en Siria, con
sus sesenta mil muertos?
...las hambrunas en África y
Corea del Norte?
...el feriado bancario?
...la pobreza y atraso en
latinoamérica?
...las crueles dictaduras de
antaño, y las de hoy?
Déjeme darle más pistas. ¿Qué
tienen en común...
...la esclavitud?
...las guerras de independencia,
y sus muertos?
...las guerras mundiales?
...el Terror, luego de la
revolución francesa?
...el genocidio en Rwanda, en
los Balcanes?
...la creciente desigualdad
entre ricos y pobres?
¿Adivinó?
Todos esos trágicos eventos
fueron causados por los gobiernos.
Los gobiernos han causado las
peores desgracias sobrevenidas por la mano del hombre.
Han sido, y continúan siendo,
responsables de la muerte de millones de inocentes, y de las
miserables condiciones de vida de tantos otros millones.
Y sin embargo, siempre volteamos
nuestra mirada hacia ellos, esperando promesas que no cumplirán.
En el estereotipo de las novelas
de misterio, el asesino suele ser el mayordomo, la persona que menos
se imaginaba el lector pues supuestamente estaba al servicio de las
víctimas.
De la misma manera, el gobierno
que supuestamente está para servirnos, con demasiada facilidad
empieza a servir sus propios fines, a costa nuestra.
¿Por qué? Dos razones vienen a
la mente.
Primero, el poder tiende a
atraer al tipo de personalidad “equivocado”: personas que 1) les
atrae la idea de imponer sus ideas a la fuerza (es decir, gente con
rasgos psicopáticos), y 2) les agrada la idea de ganar mucho sin ser
productivos (ídem). En otro artículo profundizaremos estos puntos.
Segundo, el propio ejercicio del
poder deshumaniza a las personas. No sólo a los que lo
ejercen —que se acostumbran a ver que sus acólitos se esmeran en
cumplir hasta sus caprichos, lo cual “incentiva”, digamos, los
aspectos psicopáticos de su personalidad—, sino también a los que
lo sufren, que ven mermada su capacidad de elegir según los
dictados de su inteligencia.
Definimos al poder como la
capacidad de obligar a alguien a obedecer —es decir, hacer algo
distinto de lo que preferiría— por temor o miedo. Es forzar a
alguien a actuar contra los dictados de su conciencia.
(Tómese en cuenta que no estoy hablando de hacer nada
malo. Me refiero a la tradicional costumbre de los gobiernos de
criminalizar actos pacíficos, consensuales y no–agresivos entre
adultos. Al crear delitos “sin víctima”, el gobierno en realidad
está amenazando con usar la violencia en contra de quienes no lo
obedezcan)
Esta capacidad de elegir según
nuestra conciencia, que es lo que nos hace humanos, no encuentra eco
en el poder, pues lo que espera es obediencia; el poder prefiere que
sus víctimas actúen más como niños que como adultos.
Al privar a alguien de su
libertad ―pues para eso sirve la conciencia: para elegir cómo
actuar—, también se lo priva de la responsabilidad de sus actos.
Y una sociedad de decreciente
pensamiento (¿para qué razonar inteligentemente,
si no puedes actuar en consecuencia? ¿Cuál es
el beneficio de razonar para
elegir bien, si otros eligen por ti y te
obligan a obedecer?) y
creciente irresponsabilidad..., véaselo por donde se lo vea,
no terminará bien.
En resumen, los gobiernos son
la causa de los problemas sociales, no su solución.
Por eso, ahora en época de
elecciones, recuerde dos cosas:
1) que es bastante probable que
su candidato tenga varios rasgos psicopáticos, pues el poder tiende
a atraer a ese tipo de personas. Olvídese de los “estadistas”;
son una especie en extinción.
2) Que, Dios no lo permita, una
vez en el poder esas personas pueden convertirse en autores de los
peores horrores que ha experimentado la humanidad.
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