sábado, 12 de enero de 2013

Los gobiernos, causa de los peores males

¿Qué tienen en común, estimado lector...
...la violencia en Siria, con sus sesenta mil muertos?
...las hambrunas en África y Corea del Norte?
...el feriado bancario?
...la pobreza y atraso en latinoamérica?
...las crueles dictaduras de antaño, y las de hoy?

Déjeme darle más pistas. ¿Qué tienen en común...
...la esclavitud?
...las guerras de independencia, y sus muertos?
...las guerras mundiales?
...el Terror, luego de la revolución francesa?
...el genocidio en Rwanda, en los Balcanes?
...la creciente desigualdad entre ricos y pobres?

¿Adivinó?
Todos esos trágicos eventos fueron causados por los gobiernos.
Los gobiernos han causado las peores desgracias sobrevenidas por la mano del hombre.
Han sido, y continúan siendo, responsables de la muerte de millones de inocentes, y de las miserables condiciones de vida de tantos otros millones.
Y sin embargo, siempre volteamos nuestra mirada hacia ellos, esperando promesas que no cumplirán.
En el estereotipo de las novelas de misterio, el asesino suele ser el mayordomo, la persona que menos se imaginaba el lector pues supuestamente estaba al servicio de las víctimas.
De la misma manera, el gobierno que supuestamente está para servirnos, con demasiada facilidad empieza a servir sus propios fines, a costa nuestra.
¿Por qué? Dos razones vienen a la mente.
Primero, el poder tiende a atraer al tipo de personalidad “equivocado”: personas que 1) les atrae la idea de imponer sus ideas a la fuerza (es decir, gente con rasgos psicopáticos), y 2) les agrada la idea de ganar mucho sin ser productivos (ídem). En otro artículo profundizaremos estos puntos.
Segundo, el propio ejercicio del poder deshumaniza a las personas. No sólo a los que lo ejercen —que se acostumbran a ver que sus acólitos se esmeran en cumplir hasta sus caprichos, lo cual “incentiva”, digamos, los aspectos psicopáticos de su personalidad—, sino también a los que lo sufren, que ven mermada su capacidad de elegir según los dictados de su inteligencia.
Definimos al poder como la capacidad de obligar a alguien a obedecer —es decir, hacer algo distinto de lo que preferiría— por temor o miedo. Es forzar a alguien a actuar contra los dictados de su conciencia.
(Tómese en cuenta que no estoy hablando de hacer nada malo. Me refiero a la tradicional costumbre de los gobiernos de criminalizar actos pacíficos, consensuales y no–agresivos entre adultos. Al crear delitos “sin víctima”, el gobierno en realidad está amenazando con usar la violencia en contra de quienes no lo obedezcan)
Esta capacidad de elegir según nuestra conciencia, que es lo que nos hace humanos, no encuentra eco en el poder, pues lo que espera es obediencia; el poder prefiere que sus víctimas actúen más como niños que como adultos.
Al privar a alguien de su libertad ―pues para eso sirve la conciencia: para elegir cómo actuar—, también se lo priva de la responsabilidad de sus actos.
Y una sociedad de decreciente pensamiento (¿para qué razonar inteligentemente, si no puedes actuar en consecuencia? ¿Cuál es el beneficio de razonar para elegir bien, si otros eligen por ti y te obligan a obedecer?) y creciente irresponsabilidad..., véaselo por donde se lo vea, no terminará bien.
En resumen, los gobiernos son la causa de los problemas sociales, no su solución.
Por eso, ahora en época de elecciones, recuerde dos cosas:
1) que es bastante probable que su candidato tenga varios rasgos psicopáticos, pues el poder tiende a atraer a ese tipo de personas. Olvídese de los “estadistas”; son una especie en extinción.
2) Que, Dios no lo permita, una vez en el poder esas personas pueden convertirse en autores de los peores horrores que ha experimentado la humanidad.

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