viernes, 18 de octubre de 2013

Son peligrosos... Y están entre nosotros

El 1% de la gente sufre de trastorno antisocial de la personalidad. Es decir, son psicópatas.
No son sólo los asesinos en serie; los psicópatas están entre nosotros.
Los caracteriza la incapacidad de sentir empatía y remordimiento; desdeñan las normas sociales. Tienen un ego desmedido, se sienten “por encima” de los demás mortales. Suelen tener don de gentes, “labia”, una inteligencia superior. Son mentirosos y manipuladores, pero extremadamente convincentes. No sienten emociones genuinas, pero las fingen perfectamente.
Al carecer de empatía, son inescrupulosos para lograr sus objetivos. Son incapaces de responsabilizarse de sus actos y sus consecuencias; jamás admitirán su culpa, ni buscarán ayuda psicológica.
Llevan una existencia parasitaria, usando su habilidad social para aprovecharse de los demás. La política y el poder les atraen irresistiblemente. Son impulsivos y se meten en problemas por ello. Si son capturados, reinciden.
¿Conoce a alguien así?
El poder atrae gente mala
A los psicópatas les gusta la política. ¿Dónde más pueden obtener la facilidad de ser obedecidos por muchos, y más aún, de hacerse obedecer a la fuerza, si fuera necesario?
Ésa es la tragedia de toda democracia: hay casi una garantía que los peores elementos de la sociedad sean atraídos a posiciones de poder.
En la antigüedad, una tribu armada asaltaba a otra y, para evitar represalias, mataba a todos.
Los romanos descubrieron que era más económico dejarlos vivir para seguirles robando, cobrándoles tributo, a cambio de protegerlos de otros ladrones.
Surge así el poder estatal, que es el medio más efectivo que ha diseñado el ser humano para robar por mucho tiempo. Nos roban, sí, pero nos ofrecen “protección” de otros ladrones. En realidad no están defendiendo nuestros intereses, sino los suyos.
De ahí que el gobierno NO atraiga las mejores ni más brillantes mentes; atrae las peores, las más psicopáticas. Y como son entusiastas acerca del gobierno y todo lo que conlleva, ascienden rápidamente a posiciones de liderazgo. Dejan su huella en las organizaciones que dirigen; las moldean “a su imagen y semejanza”.
Gradualmente, quienes no son psicópatas no soportan la nueva cultura y ambiente laboral, y se van. Pronto los psicópatas dominan el gobierno.
Ya con los psicópatas a cargo, ocurre el experimento de Milgram en gran escala.
El experimento demostró que la inmensa mayoría de la gente común y corriente está dispuesta a torturar a un inocente si se lo ordena un tipo con “autoridad”.
Fácilmente nos volvemos cómplices de un psicópata que da órdenes “con autoridad”. Ante una personalidad fuerte y dominante, perdemos la empatía: nos convertimos en psicópatas.

La política genera psicópatas

Un estudio de la Universidad de Michigan demostró lo que siempre sospechábamos: la política nos vuelve ruines.
Repitámoslo: cuando las personas están bajo la influencia de la política, desaparecen la empatía y la compasión; es decir, se vuelven psicópatas. No es una exageración.
De ahí que concluyamos que la política NO es algo “bueno, noble, una de las actividades más importantes a la que puede dedicarse el ser humano; lamentablemente pervertida por algunos malos políticos”. No.
La política es algo sumamente peligroso: atrae a los psicópatas; convierte a seres humanos normales en psicópatas; y les proporciona poder y armas de fuego para ejercer violencia sobre los demás. ¿Puede haber algo más perverso?
Por eso la preocupación creciente en sociedades como la nuestra, donde la política y el estado ocupan espacios cada vez más amplios en nuestras mentes y en nuestro diario vivir.

Los psicópatas son fracasados

En cada sociedad habrá cierta cantidad de psicópatas y fracasados resentidos. En tiempos normales, parecen personas normales. Quizá cometan un crimen común si creen que pueden salirse con la suya, pero en general las costumbres sociales los mantienen a raya.
Pero cuando el tiempo adecuado llega el predominio del gobierno y de la política, se muestran como son. Cuando el gobierno cambia su índole, de proteger a los ciudadanos de la violencia, a iniciar la violencia con numerosas leyes e impuestos, esas sanas costumbres se diluyen. La presión social, la aprobación pública y el oprobio moral fuerzas que mantienen un sano orden social son reemplazadas por regulaciones que se hacen cumplir a rajatabla a través de policías armados.
Los psicópatas perciben esto, y empiezan a ser atraídos hacia el gobierno y sus burocracias y agencias reguladoras, donde reciben poderes e investiduras y les pagan muy bien por hacer lo que siempre han querido hacer: mangonear a los demás.
En el sector privado, políticos y burócratas difícilmente alcanzarían el nivel de ingresos y estándar de vida al que acceden desde la burocracia; de ahí que se desesperen por alcanzar el poder, y nada teman más que perderlo. Saben que sus “habilidades” no son valoradas en un clima de libertad, por eso buscan asegurarse en los puestos.
¿Cuál es la misión primordial real de un político, de un burócrata? Mantenerse en el poder. Toda su actividad se dirigirá hacia ese objetivo. En segundo término, acrecentar ese poder.
Si servirlo a usted conlleva cumplir esos dos objetivos, tenga por seguro que el político o burócrata lo hará de buena gana. Pero si hacer lo correcto implica poner en riesgo el puesto o el cargo, no cuente con que harán lo correcto. Es muy poco probable.
Los políticos no están para ayudar a la sociedad. Si una posible decisión los afecta personal o políticamente, están dispuestos a perjudicar a toda la nación con tal de salvar sus reputaciones.
«Quizá el término más adecuado para designar las patologías asociadas a los que aspiran o ejercen el poder, sea el de cratopatía, enfermedad que provoca adicción —similar a los adictos a alguna sustancia— tanto en las manifestaciones sádicas como masoquistas del ejercicio del poder. La sustancia que genera el cerebro y que hace que el ejercer el poder sea una experiencia placentera y adictiva, se llama péptidos opioides endógenos, cuyo nivel en la sangre se puede determinar mediante un examen clínico. Para muchos políticos dejar el poder es como la muerte, por eso prefieren morir antes de entregar el poder».
~Javier Hurtado, en Hybris, o la enfermedad del poder

Soluciones

Reducir el tamaño de la política al mínimo indispensable: seguridad ciudadana, justicia.
Lamentablemente la historia no es halagüeña acerca de las posibilidades de que esto ocurra.
El crecimiento de la política psicópatas en el poder irremediablemente genera colapso económico. En la mayoría de los casos la debacle económica debe seguir su curso, hasta que la necesidad física lleve a los pueblos a tomar mejores decisiones.
En otras palabras, en determinado momento el parásito llega a ser tan fuerte, que el anfitrión no puede removérselo. Debe simplemente dejarse consumir, para que el parásito muera de inanición.
No es una salida feliz. Pero cualquier otra salida requiere decisiones que los psicópatas en el poder no están dispuestos a tomar (el temido “suicidio político”), y el pueblo maleducado por esos mismos psicópatas tampoco desea.

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