Adam Shepard, graduado universitario, decidió probar si Estados Unidos aún era la tierra de las oportunidades. Así que se convertió en “inmigrante”: viajaría a una ciudad desconocida (elegida al azar) de otro estado, sólo con la ropa que tenía puesta, una bolsa de dormir y $25 (equivalente a tres horas de trabajo de salario mínimo).
Su meta a un año era tener un lugar dónde vivir, un carro y $2500. Se propuso no mendigar, ni usar sus contactos ni su profesión para ganarse la vida.
Diez meses más tarde decidió terminar el experimento, por la enfermedad de un familiar; sin embargo para entonces ya había cumplido sus metas y ahorrado casi $5000.
En nuestro país, más de un millón de ecuatorianos reciben gratis mensualmente del gobierno, desde hace varios años, el equivalente a más de 23 horas de trabajo de salario mínimo.
Ese dinero, costeado con nuestros impuestos, ¿les ayuda a superarse, o más bien los incentiva al desempleo y dependencia?