Según
reporta la prensa, el nuevo proyecto de código laboral propone que
los inspectores de trabajo tengan una suerte de potestad
jurisdiccional para ejecutar las decisiones que tomen hasta cierta
cuantía.
Esa
propuesta (y el mismo hecho de que funcionarios
administrativos puedan “decir el derecho” e imponer y ejecutar
sanciones) contraría el principio republicano de separación
de poderes: el mismo poder encargado de la aplicación de las leyes
no debería estar a cargo de resolver los conflictos que de ello se
susciten.
Es
abiertamente inconstitucional: «ninguna autoridad de las demás
funciones del Estado podrá desempeñar funciones de administración
de justicia ordinaria».
Es
una manifestación del “cesarismo” del que adolecemos los
ecuatorianos, que no creemos que los bienes políticos llegan de las
instituciones que creamos, sino de las manos de carismáticos y
heroicos (y autoritarios, recuérdese) políticos.
* * *
Recibí
comentarios que el último párrafo no estaba bien conectado con el
resto de la carta.
Es
cierto. Quería decir que el ecuatoriano promedio no tendría
problema en una “justicia presidencial”, aunque fuere una
monstruosidad legal, ya que confía ciegamente en el presidente.
Cesarismo,
según el DRAE: «Sistema de gobierno en el cual
una sola persona asume y ejerce los poderes públicos».
Y
según Wikipedia: «Cesarismo (por Julio César) es un
concepto utilizado por diversos autores para definir un sistema de
gobierno centrado en la autoridad suprema de un jefe militar, y en la
fe en su capacidad personal, a la que atribuyen rasgos heroicos.
Este líder, surgido en momentos de inflexión política, se presenta
como la alternativa para regenerar la sociedad o conjurar hipotéticos
peligros internos y externos. Por esto este tipo de gobierno suele
presentar algunos elementos de culto de la personalidad». Dios mío,
parece que se están refiriendo al Ecuador. Menos en el militarismo,
que gracias a Dios no caracteriza al gobierno actual.
Es
decir, el cesarismo es la antítesis de la democracia
republicana, aunque se disfrace formalmente de ella.
Entre
nosotros, el republicanismo está muy venido a menos; casi todo el
mundo habla de democracia como “dictadura de la mayoría”; nadie
menciona los límites al poder característicos del republicanismo:
división de poderes, imperio de la ley, limitación constitucional
del poder, impugnación judicial de los actos de las autoridades,
rendición de cuentas...
Democracia,
sin republicanismo, es otra tiranía más.
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