Cuenta Esopo que un lobo,
hallando un cordero descarriado, resolvió no atacarlo simplemente,
sino encontrar algún motivo para justificar su derecho a comérselo.
Le dijo: «Señor, el año
pasado usted me insultó groseramente». «De hecho», baló el
cordero con tono lastimero, «yo ni siquiera había nacido».
Luego dijo el lobo,
«usted pasta en mi territorio». «No, buen señor», respondió el
cordero, «aún no he probado la hierba».
Una vez más insistió el
lobo: «Usted bebe de mi pozo». «No», exclamó el cordero, «jamás
he bebido agua, pues la leche de mi madre es a la vez comida y bebida
para mí».
Tras lo cual el lobo se
le abalanzó y se lo comió, diciendo: «¡Bueno! No permaneceré
hambriento, a pesar de que refutas cada una de mis acusaciones».
El tirano siempre
encontrará un pretexto para su tiranía; si el gobierno ya se fijó
en el suculento Fondo de Cesantía del Magisterio Ecuatoriano, no
habrá argumento capaz de disuadirlo.
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