Cincinato fue un antiguo cónsul romano quien, caído en desgracia, empezó a labrar con sus manos la tierra para mantener a su familia (gran diferencia con los políticos actuales).
Ya retirado, mientras labraba su campo le informaron que el senado lo había nombrado dictador por seis meses para que dirija al ejército contra los eucos, que iban a atacar Roma.
Al instante dejó el arado y acompañó a los emisarios para cumplir su obligación cívica.
Cincinato asumió el mando supremo, organizó el ejército y enfrentó y derrotó a sus enemigos; rescató a los prisioneros; devolvió los poderes al senado, y volvió a trabajar a su granja. Todo, en dieciséis días.
En esta época de emergencias que duran varias veces más de lo que permite la constitución; de asambleas constituyentes que incumplen el mandato popular; de consultas para pedir aún más poder, recordemos a Cincinato, ejemplo de muchas virtudes cívicas y republicanas.
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