lunes, 16 de diciembre de 2013

Cómo los tontos destruyen ciudades y países


El elector promedio
 Detroit tenía el mayor ingreso per cápita de los EE.UU. en los años 50. Desde 1961 elige sólo alcaldes demócratas (el partido de Obama) con “promesas sociales” de “combatir la pobreza y la desigualdad”, “redistribuir la riqueza”, “crear empleo”, etc.
Resultados: los ciudadanos productivos huyeron, la población cayó un 70%. 47% de los residentes son analfabetos funcionales. La industria automovilística dejó de ser rentable por los altos costos laborales; desapareció el 90% de los empleos en manufactura. El desempleo es más del doble del nacional. El 60% de residentes vive en pobreza. La mitad de las calles permanece a oscuras en las noches. La policía demora una hora en acudir a llamados de emergencia. Los crímenes violentos son cinco veces el promedio nacional. Las casas abandonadas son destruidas por vándalos y no encuentran comprador ¡ni subastándose a $500!
Cincuenta años de destrucción prueban que esas políticas, tan populares en Detroit como en Ecuador, no funcionan.
La ventaja que ha tenido Ecuador respecto a Detroit, es el petróleo: el segundo “boom” petrolero de la historia ha permitido maquillar lo inútiles que resultan esas políticas.
Sin embargo, cuando son llevadas a las últimas consecuencias, ni la mayor riqueza natural del mundo permite ocultar su fracaso. Es el triste caso de Venezuela.
Otro caso similar es Argentina: de haber sido considerado el sexto o séptimo más rico del mundo a principios del siglo XX (compitiendo con EE.UU. por inmigración europea), descendió al tercer mundo gracias a la incompetencia y populismo de Perón.
Y he aquí la tragedia de los populismos, que desconcierta a todo analista: en Detroit las dos últimas generaciones han sido testigos de la destrucción de su ciudad. Y sin embargo siguen eligiendo al mismo partido con el mismo programa. Argentina ha de ser uno de los pocos casos en la historia moderna que un país rico pasa al tercer mundo. Y sin embargo todos sus presidentes se declaran “peronistas”. Detroit, Argentina, Venezuela: sus políticos enfrentan graves cargos de corrupción. Y sin embargo son reelegidos continuamente...
No queda más que concluir, con Juvenal: «la cantidad de tontos es infinita; los protegen su número y su tendencia a andar siempre juntos».


jueves, 21 de noviembre de 2013

¡NO a la jurisdicción coactiva!

El poder estatal debe ser limitado.

Los seres humanos podemos equivocarnos, ser rencorosos, vengativos, injustos, violentos.

Para evitar la “ley del más fuerte” se crearon las garantías del debido proceso: si alguien quiere que se sancione a otro, deberá demostrar la acusación ante un juez independiente, en un juicio público, donde el acusado podrá defenderse, etc.

De ahí que la jurisdicción coactiva sea peligrosa: una institución pública “hace justicia por mano propia”, lo que puede ser origen de abusos ya que los funcionarios públicos están sujetos a los errores y vicios de todo ser humano.

Debe negarse la jurisdicción coactiva a la Superintendencia de Información. Las coactivas incumplen flagrantemente un principio de la justicia, que es la independencia del juzgador; no debe ser juez y parte.

Si el estado es servidor nuestro, y no amo, no debe tener privilegios que no tenemos los ciudadanos; si quiere que se apliquen sanciones, que acuda a la justicia como todos.

viernes, 18 de octubre de 2013

Son peligrosos... Y están entre nosotros

El 1% de la gente sufre de trastorno antisocial de la personalidad. Es decir, son psicópatas.
No son sólo los asesinos en serie; los psicópatas están entre nosotros.
Los caracteriza la incapacidad de sentir empatía y remordimiento; desdeñan las normas sociales. Tienen un ego desmedido, se sienten “por encima” de los demás mortales. Suelen tener don de gentes, “labia”, una inteligencia superior. Son mentirosos y manipuladores, pero extremadamente convincentes. No sienten emociones genuinas, pero las fingen perfectamente.
Al carecer de empatía, son inescrupulosos para lograr sus objetivos. Son incapaces de responsabilizarse de sus actos y sus consecuencias; jamás admitirán su culpa, ni buscarán ayuda psicológica.
Llevan una existencia parasitaria, usando su habilidad social para aprovecharse de los demás. La política y el poder les atraen irresistiblemente. Son impulsivos y se meten en problemas por ello. Si son capturados, reinciden.
¿Conoce a alguien así?
El poder atrae gente mala
A los psicópatas les gusta la política. ¿Dónde más pueden obtener la facilidad de ser obedecidos por muchos, y más aún, de hacerse obedecer a la fuerza, si fuera necesario?
Ésa es la tragedia de toda democracia: hay casi una garantía que los peores elementos de la sociedad sean atraídos a posiciones de poder.
En la antigüedad, una tribu armada asaltaba a otra y, para evitar represalias, mataba a todos.
Los romanos descubrieron que era más económico dejarlos vivir para seguirles robando, cobrándoles tributo, a cambio de protegerlos de otros ladrones.
Surge así el poder estatal, que es el medio más efectivo que ha diseñado el ser humano para robar por mucho tiempo. Nos roban, sí, pero nos ofrecen “protección” de otros ladrones. En realidad no están defendiendo nuestros intereses, sino los suyos.
De ahí que el gobierno NO atraiga las mejores ni más brillantes mentes; atrae las peores, las más psicopáticas. Y como son entusiastas acerca del gobierno y todo lo que conlleva, ascienden rápidamente a posiciones de liderazgo. Dejan su huella en las organizaciones que dirigen; las moldean “a su imagen y semejanza”.
Gradualmente, quienes no son psicópatas no soportan la nueva cultura y ambiente laboral, y se van. Pronto los psicópatas dominan el gobierno.
Ya con los psicópatas a cargo, ocurre el experimento de Milgram en gran escala.
El experimento demostró que la inmensa mayoría de la gente común y corriente está dispuesta a torturar a un inocente si se lo ordena un tipo con “autoridad”.
Fácilmente nos volvemos cómplices de un psicópata que da órdenes “con autoridad”. Ante una personalidad fuerte y dominante, perdemos la empatía: nos convertimos en psicópatas.

La política genera psicópatas

Un estudio de la Universidad de Michigan demostró lo que siempre sospechábamos: la política nos vuelve ruines.
Repitámoslo: cuando las personas están bajo la influencia de la política, desaparecen la empatía y la compasión; es decir, se vuelven psicópatas. No es una exageración.
De ahí que concluyamos que la política NO es algo “bueno, noble, una de las actividades más importantes a la que puede dedicarse el ser humano; lamentablemente pervertida por algunos malos políticos”. No.
La política es algo sumamente peligroso: atrae a los psicópatas; convierte a seres humanos normales en psicópatas; y les proporciona poder y armas de fuego para ejercer violencia sobre los demás. ¿Puede haber algo más perverso?
Por eso la preocupación creciente en sociedades como la nuestra, donde la política y el estado ocupan espacios cada vez más amplios en nuestras mentes y en nuestro diario vivir.

Los psicópatas son fracasados

En cada sociedad habrá cierta cantidad de psicópatas y fracasados resentidos. En tiempos normales, parecen personas normales. Quizá cometan un crimen común si creen que pueden salirse con la suya, pero en general las costumbres sociales los mantienen a raya.
Pero cuando el tiempo adecuado llega el predominio del gobierno y de la política, se muestran como son. Cuando el gobierno cambia su índole, de proteger a los ciudadanos de la violencia, a iniciar la violencia con numerosas leyes e impuestos, esas sanas costumbres se diluyen. La presión social, la aprobación pública y el oprobio moral fuerzas que mantienen un sano orden social son reemplazadas por regulaciones que se hacen cumplir a rajatabla a través de policías armados.
Los psicópatas perciben esto, y empiezan a ser atraídos hacia el gobierno y sus burocracias y agencias reguladoras, donde reciben poderes e investiduras y les pagan muy bien por hacer lo que siempre han querido hacer: mangonear a los demás.
En el sector privado, políticos y burócratas difícilmente alcanzarían el nivel de ingresos y estándar de vida al que acceden desde la burocracia; de ahí que se desesperen por alcanzar el poder, y nada teman más que perderlo. Saben que sus “habilidades” no son valoradas en un clima de libertad, por eso buscan asegurarse en los puestos.
¿Cuál es la misión primordial real de un político, de un burócrata? Mantenerse en el poder. Toda su actividad se dirigirá hacia ese objetivo. En segundo término, acrecentar ese poder.
Si servirlo a usted conlleva cumplir esos dos objetivos, tenga por seguro que el político o burócrata lo hará de buena gana. Pero si hacer lo correcto implica poner en riesgo el puesto o el cargo, no cuente con que harán lo correcto. Es muy poco probable.
Los políticos no están para ayudar a la sociedad. Si una posible decisión los afecta personal o políticamente, están dispuestos a perjudicar a toda la nación con tal de salvar sus reputaciones.
«Quizá el término más adecuado para designar las patologías asociadas a los que aspiran o ejercen el poder, sea el de cratopatía, enfermedad que provoca adicción —similar a los adictos a alguna sustancia— tanto en las manifestaciones sádicas como masoquistas del ejercicio del poder. La sustancia que genera el cerebro y que hace que el ejercer el poder sea una experiencia placentera y adictiva, se llama péptidos opioides endógenos, cuyo nivel en la sangre se puede determinar mediante un examen clínico. Para muchos políticos dejar el poder es como la muerte, por eso prefieren morir antes de entregar el poder».
~Javier Hurtado, en Hybris, o la enfermedad del poder

Soluciones

Reducir el tamaño de la política al mínimo indispensable: seguridad ciudadana, justicia.
Lamentablemente la historia no es halagüeña acerca de las posibilidades de que esto ocurra.
El crecimiento de la política psicópatas en el poder irremediablemente genera colapso económico. En la mayoría de los casos la debacle económica debe seguir su curso, hasta que la necesidad física lleve a los pueblos a tomar mejores decisiones.
En otras palabras, en determinado momento el parásito llega a ser tan fuerte, que el anfitrión no puede removérselo. Debe simplemente dejarse consumir, para que el parásito muera de inanición.
No es una salida feliz. Pero cualquier otra salida requiere decisiones que los psicópatas en el poder no están dispuestos a tomar (el temido “suicidio político”), y el pueblo maleducado por esos mismos psicópatas tampoco desea.

martes, 20 de agosto de 2013

La receta para salir de la pobreza

A principios de los '80, Ecuador era más “pelucón” que Chile.  Con una población similar, era más fácil hacer negocios en nuestro país que allá.
Treinta años después, Chile tiene el ingreso per cápita más alto de toda Sudamérica, más del doble de Ecuador.  Hay más pobreza aquí que en Chile. Chile está en el “top ten” de países según su facilidad para hacer negocios; nosotros estamos muy abajo, en el puesto 126.  El gobierno chileno sólo consume el 24% de la riqueza nacional; el gobierno ecuatoriano se gasta casi el 50%.  Y no sólo eso, sino que dificulta enormemente su creación.
Así nuestro país demorará mucho más en salir de la pobreza.  SENPLADES no tiene que “inventar el agua tibia”; debería aplicar lo que ha sido exitoso en otros países: no estorbar.  ¡Déjenlos crear riqueza! Lamentablemente todo indica que seguiremos en el camino equivocado.
Fuente: http://www.elcato.org/chile-y-ecuador-la-historia-de-dos-economias 
Artículo original en inglés: http://www.washingtontimes.com/news/2013/jul/2/a-tale-of-two-economieschile-has-employed-free-mar

jueves, 4 de julio de 2013

Funcionarios administrativos NO deben administrar justicia

Según reporta la prensa, el nuevo proyecto de código laboral propone que los inspectores de trabajo tengan una suerte de potestad jurisdiccional para ejecutar las decisiones que tomen hasta cierta cuantía.
Esa propuesta (y el mismo hecho de que funcionarios administrativos puedan “decir el derecho” e imponer y ejecutar sanciones) contraría el principio republicano de separación de poderes: el mismo poder encargado de la aplicación de las leyes no debería estar a cargo de resolver los conflictos que de ello se susciten.
Es abiertamente inconstitucional: «ninguna autoridad de las demás funciones del Estado podrá desempeñar funciones de administración de justicia ordinaria».
Es una manifestación del “cesarismo” del que adolecemos los ecuatorianos, que no creemos que los bienes políticos llegan de las instituciones que creamos, sino de las manos de carismáticos y heroicos (y autoritarios, recuérdese) políticos.
* * *
Recibí comentarios que el último párrafo no estaba bien conectado con el resto de la carta.
Es cierto. Quería decir que el ecuatoriano promedio no tendría problema en una “justicia presidencial”, aunque fuere una monstruosidad legal, ya que confía ciegamente en el presidente.
Cesarismo, según el DRAE: «Sistema de gobierno en el cual una sola persona asume y ejerce los poderes públicos».
Y según Wikipedia: «Cesarismo (por Julio César) es un concepto utilizado por diversos autores para definir un sistema de gobierno centrado en la autoridad suprema de un jefe militar, y en la fe en su capacidad personal, a la que atribuyen rasgos heroicos. Este líder, surgido en momentos de inflexión política, se presenta como la alternativa para regenerar la sociedad o conjurar hipotéticos peligros internos y externos. Por esto este tipo de gobierno suele presentar algunos elementos de culto de la personalidad». Dios mío, parece que se están refiriendo al Ecuador. Menos en el militarismo, que gracias a Dios no caracteriza al gobierno actual. 
Es decir, el cesarismo es la antítesis de la democracia republicana, aunque se disfrace formalmente de ella.
Entre nosotros, el republicanismo está muy venido a menos; casi todo el mundo habla de democracia como “dictadura de la mayoría”; nadie menciona los límites al poder característicos del republicanismo: división de poderes, imperio de la ley, limitación constitucional del poder, impugnación judicial de los actos de las autoridades, rendición de cuentas...
Democracia, sin republicanismo, es otra tiranía más.

sábado, 1 de junio de 2013

Desear la muerte a alguien, no es necesariamente instigación a delinquir

La muerte es un hecho, un fenómeno natural, un resultado, y además inevitable. La muerte NO es un acto, ni ocurre necesariamente por voluntad humana. Por eso no hay muertes “buenas” o “inmorales”. La muerte se puede derivar de un acto humano, como en un homicidio; pero también ocurre por causas naturales, accidentales, etc.
Por eso el poco halagüeño tuit de Danny Ayala, como en su literalidad no instiga a la ejecución de ningún acto, no se ajusta al tipo penal de instigación a delinquir; y por lo tanto no es delito. El verbo que usó Ayala es “morir” (verbo intransitivo, la acción no se transmite a un tercero); no usó “matar” (verbo transitivo, la acción sí se transmite a un tercero).
Si algún usuario de Twitter, luego de leer ese tuit, se sintiera inspirado a perpetrar un magnicidio, sería responsabilidad exclusiva suya; el tuit NO lo instigó a nada. Decir: «quiero que la abuela muera para que acaben sus sufrimientos», NO significa: «que alguien mate a la abuela». O decir, «RT si quieres ver a la actriz XYZ», no significa: «acosa a la actriz XYZ».

Esta carta, que no fue publicada por ningún diario, era en relación con la noticia publicada por diario Hoy: http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/tuitero-es-investigado-por-un-supuesto-mensaje-contra-rafael-correa-582383.html
 

lunes, 20 de mayo de 2013

En el Ecuador, la ciencia progresa con violencia

Toda persona culta está familiarizada con el caso Galileo, y deplora la violencia de la inquisición, obligándolo a retractarse de sus convicciones, condenándolo a prisión y prohibiendo la difusión del copernicanismo. 
Pues la agencia espacial EXA actúa de manera similar. 
El científico Salim Abedradbbo se atrevió a expresar sus dudas que las imágenes transmitidas por Pegaso fueran en tiempo real. EXA le lanza un ultimátum para que se retracte. «Si no recibimos respuesta x el mismo medio hasta... las 17h20 iniciamos accion legal. Admita su error… x el mismo medio y desistimos accion legal». 
Abedradbbo, como un Galileo del siglo XXI, para evitar la violencia pide disculpas públicas y se retracta. 
¿Así se hace ciencia en el país? Cada vez hay menos debate y más juicios por injurias. ¿Por qué son los poderosos tan renuentes a debatir? ¿Por qué recurren enseguida a la violencia judicial para acallar las voces disonantes? ¿Por qué son tan afectos a que les pidan disculpas públicamente?




domingo, 10 de marzo de 2013

Políticos y burócratas, explotadores como los reyes y nobles de antaño

Hay dos medios, sólo dos, de satisfacer las necesidades y deseos del hombre.

Uno es la producción e intercambio de riqueza; éste es el medio económico.

El otro es la apropiación no compensada de la riqueza producida por otros; éste es el medio político.

Los reyes de antaño aplicaron el “medio político” a través de la conquista, pillaje y esclavitud. El estado feudal, y posteriormente el estado actual, heredaron y desarrollaron esa naturaleza, sin cambiarla.

El estado, sea primitivo, feudal o actual, es la institucionalización de los medios políticos.

Ya que el hombre siempre tiende a satisfacer sus necesidades y deseos con el mínimo esfuerzo posible, tenderá a emplear el medio político cuando pueda; exclusivamente, si es posible.

Los párrafos anteriores son una paráfrasis de Nuestro enemigo, el estado, de Albert Nock. Ahora saquemos unas conclusiones.

1. No hay diferencia esencial entre los reyes de antaño y los políticos actuales. Más allá de la manera de acceder al poder (por sucesión, los anteriores; por elección, los actuales; al fin y al cabo, no son los mejores, sino los más fuertes / despiadados / inescrupulosos los que acceden al poder), tanto los reyes de antaño, como los señores feudales y los políticos actuales, todos se reservaron dos poderes: 1) el poder de cobrar tributo, usando la violencia si es necesario; y 2) el poder de hacerse obedecer, bajo amenaza de violencia. Poderes que al fin de cuentas son lo mismo.

Si eso es cierto, entonces 2) O los libertadores de América no se dieron cuenta de ello, o lo hicieron conscientemente. Reemplazar la abierta tiranía de los reyes por la velada tiranía de los políticos latinoamericanos no representa una mejoría real en la situación política.

3) Casi hay una garantía que sólo las peores personas accedan al poder. Una persona normalmente tendrá que convencer a los demás para que le hagan caso; salvo que sea político o funcionario público. En ese caso, podrá hacerse obedecer, es decir, obligar a los demás a obedecerlo bajo amenaza de violencia física. Las leyes (injustas), la fuerza pública, las cárceles, están de su lado.

Sólo alguien con rasgos psicopáticos puede sentirse atraído por la idea de hacerse obedecer no con razón, sino con violencia. Sólo a alguien con claras tendencias antisociales puede ocurrírsele utilizar la violencia para “hacer el bien común”.

3) Los políticos y burócratas parasitan violentamente a la sociedad, beneficiándose de altos sueldos, guardaespaldas, viáticos, etc. (sin mencionar la oportunidad de aprovechar su poder para cobrar sobornos y hacer “jugosos negocios”), utilizando para ello los impuestos que ellos mismos cobran bajo amenazas. Los beneficios que recibe la sociedad a cambio de su “desinteresada gestión” son, generalmente, muy dudosos.

Como los reyes de antaño, que vivían con lujos, iniciaban guerras, imponían leyes dañinas, etc., los políticos de hoy llevan un tren de vida muy superior al promedio de las sociedades que dicen servir, y generalmente las leyes que dictan traen resultados opuestos a los que decían que esperaban. Esto, cuando no envían a los hijos del pueblo a morir en guerras sin sentido que ellos mismos inician, manteniéndose ellos y sus hijos a salvo lejos del frente de batalla.

(Convenzámonos de una vez que los políticos no crean riqueza. Lo más que puede esperarse de ellos es que no obstaculicen su creación. Pero esto es tema de otro artículo)

4) Por todo lo dicho, tiemble, estimado lector, cuando sepa que a alguien “le atrae” o “le gusta” la política, entendiéndose por ello que aspira a ejercer un cargo de elección popular o acceder a las mieles de la burocracia. Esa persona no dudará de utilizar la violencia contra usted, si usted no le obedece.

El candidato que, con una amplia sonrisa visita su barrio, estrecha su mano y besa a su hijo, no es su amigo; no es más amigo suyo que el extorsionador que lo obliga a pagar una suma mensual por “seguridad”, o el chulquero que atenta contra su vida cuando usted no puede pagar un préstamo usurario. La violencia es el arma de todos ellos para lograr que Ud. los obedezca.

¿Qué hacer, entonces? Conocer los principios del liberalismo es el primer paso para construir una sociedad más libre y, en consecuencia, más justa.

sábado, 12 de enero de 2013

Los gobiernos, causa de los peores males

¿Qué tienen en común, estimado lector...
...la violencia en Siria, con sus sesenta mil muertos?
...las hambrunas en África y Corea del Norte?
...el feriado bancario?
...la pobreza y atraso en latinoamérica?
...las crueles dictaduras de antaño, y las de hoy?

Déjeme darle más pistas. ¿Qué tienen en común...
...la esclavitud?
...las guerras de independencia, y sus muertos?
...las guerras mundiales?
...el Terror, luego de la revolución francesa?
...el genocidio en Rwanda, en los Balcanes?
...la creciente desigualdad entre ricos y pobres?

¿Adivinó?
Todos esos trágicos eventos fueron causados por los gobiernos.
Los gobiernos han causado las peores desgracias sobrevenidas por la mano del hombre.
Han sido, y continúan siendo, responsables de la muerte de millones de inocentes, y de las miserables condiciones de vida de tantos otros millones.
Y sin embargo, siempre volteamos nuestra mirada hacia ellos, esperando promesas que no cumplirán.
En el estereotipo de las novelas de misterio, el asesino suele ser el mayordomo, la persona que menos se imaginaba el lector pues supuestamente estaba al servicio de las víctimas.
De la misma manera, el gobierno que supuestamente está para servirnos, con demasiada facilidad empieza a servir sus propios fines, a costa nuestra.
¿Por qué? Dos razones vienen a la mente.
Primero, el poder tiende a atraer al tipo de personalidad “equivocado”: personas que 1) les atrae la idea de imponer sus ideas a la fuerza (es decir, gente con rasgos psicopáticos), y 2) les agrada la idea de ganar mucho sin ser productivos (ídem). En otro artículo profundizaremos estos puntos.
Segundo, el propio ejercicio del poder deshumaniza a las personas. No sólo a los que lo ejercen —que se acostumbran a ver que sus acólitos se esmeran en cumplir hasta sus caprichos, lo cual “incentiva”, digamos, los aspectos psicopáticos de su personalidad—, sino también a los que lo sufren, que ven mermada su capacidad de elegir según los dictados de su inteligencia.
Definimos al poder como la capacidad de obligar a alguien a obedecer —es decir, hacer algo distinto de lo que preferiría— por temor o miedo. Es forzar a alguien a actuar contra los dictados de su conciencia.
(Tómese en cuenta que no estoy hablando de hacer nada malo. Me refiero a la tradicional costumbre de los gobiernos de criminalizar actos pacíficos, consensuales y no–agresivos entre adultos. Al crear delitos “sin víctima”, el gobierno en realidad está amenazando con usar la violencia en contra de quienes no lo obedezcan)
Esta capacidad de elegir según nuestra conciencia, que es lo que nos hace humanos, no encuentra eco en el poder, pues lo que espera es obediencia; el poder prefiere que sus víctimas actúen más como niños que como adultos.
Al privar a alguien de su libertad ―pues para eso sirve la conciencia: para elegir cómo actuar—, también se lo priva de la responsabilidad de sus actos.
Y una sociedad de decreciente pensamiento (¿para qué razonar inteligentemente, si no puedes actuar en consecuencia? ¿Cuál es el beneficio de razonar para elegir bien, si otros eligen por ti y te obligan a obedecer?) y creciente irresponsabilidad..., véaselo por donde se lo vea, no terminará bien.
En resumen, los gobiernos son la causa de los problemas sociales, no su solución.
Por eso, ahora en época de elecciones, recuerde dos cosas:
1) que es bastante probable que su candidato tenga varios rasgos psicopáticos, pues el poder tiende a atraer a ese tipo de personas. Olvídese de los “estadistas”; son una especie en extinción.
2) Que, Dios no lo permita, una vez en el poder esas personas pueden convertirse en autores de los peores horrores que ha experimentado la humanidad.