miércoles, 10 de septiembre de 2014

El gobierno es inmoral (completo)

La regla de oro
 La base de la moral es: “no hagas a otro lo que no te gustaría que te hagan a ti”. Es la “regla de oro”.
La “regla de oro” se conoce desde alrededor del año 580 a.C., cuando el filósofo griego Tales dijo: «aquello de lo que culpamos a otros, no lo hagamos nosotros».
Otros filósofos griegos dijeron lo mismo casi al mismo tiempo. Confucio lo dijo un siglo o dos más tarde, y muchos lo han repetido desde entonces.
La “regla de oro” ha estado con nosotros durante mucho tiempo, y ha funcionado mejor que cualquier otra norma a lo largo de todos esos años. La vida humana es complicada, y a veces aplicar la “regla de oro” requiere análisis, pero el principio en sí permanece.
Guiando a la humanidad desde siempre. (Clic para agrandar)
Afirmaciones como, «realmente no podemos distinguir el bien del mal», o «sólo lo ves como bueno o malo debido a tu cultura», como mínimo son tontas, y más bien son veneno mental. Les prometo que si actúan de acuerdo con la regla de oro, van a hacer lo correcto el 99,9% del tiempo. ¿Algún sistema académico de ética alcanzaría ese porcentaje de éxito?
¿Para qué complicarse? La integridad (que es a lo que la regla de oro se reduce) es un concepto simple que puede ser entendido por cualquier adulto. Y esto significa que la claridad moral es no sólo posible, sino universalmente accesible.
La moralidad, al final, es simple: lo que no te gusta que te hagan, no se lo hagas a otros.
Ciertas ideas supuestamente “cultas” o “de avanzada” a menudo hacen ver a la moralidad como tontas supersticiones antiguas. Pero los mismos que hacen estas declaraciones las niegan con sus acciones a diario. Cualquiera de nosotros se queja con razón del tarado que se cuela en la fila, del padre que maltrata a sus hijos, o de un colega mentiroso. Los estamos acusando de ser inmorales, confirmando así que la moral nos importa.

¿Qué es el Gobierno?

En términos sencillos, el gobierno es un grupo de seres humanos que manda sobre otros seres humanos.
Las definiciones formales son: «una organización que mantiene el monopolio de la fuerza en un área geográfica fija». En la práctica es lo mismo que «un grupo de humanos que manda sobre otros seres humanos».
En términos simples, el gobierno es la organización que nos dice lo que podemos o no podemos hacer. Y si lo desobedecemos, se reserva el derecho a castigarnos; y muy a menudo nos castiga.
Como expresa la definición formal, el gobierno es una organización basada en la fuerza. Sin fuerza, deja de ser “gobierno”.
El gobierno no es una organización productiva, como un negocio comercial o una granja familiar. Las personas que forman un gobierno viven de la riqueza de los demás, riqueza que el sistema de gobierno les quita. Esto es indiscutible.
Más tarde responderemos a la cuestión de si esa institución del gobierno es necesaria. Por ahora, simplemente estamos tratando de entender su naturaleza. Y el hecho es que el gobierno sobrevive tomando por la fuerza la riqueza de los demás.
Todos lo sabemos, por supuesto: los impuestos se llevan nuestro dinero a diario, bajo amenazas fuertes y creíbles; si usted no paga, le suceden cosas malas.
Que usted pague, no es fruto de la persuasión; es fruto de una amenaza, es fruto de la violencia. Detrás de cada impuesto, hay hombres armados apuntándole.
Esto de “reunir dinero bajo amenazas violentas” es la función central de gobierno. Sin eso, las personas que componen el gobierno se morirían de hambre. Antes de que los soldados pueden estar armados; antes de carreteras se puedan construir; antes de que nada se pueda hacer, el gobierno debe tomar el dinero de la gente por la fuerza.
Al igual que el gobierno, las empresas también toman el dinero de otras personas. Las empresas, sin embargo, reciben el dinero de otras personas mediante la persuasión: si me das un poco de tu dinero, te daré esto, o haré esto por ti. Eso es un intercambio voluntario.
El uso de la fuerza es lo que distingue al gobierno de otras organizaciones humanas.

¿Es moral?

La pregunta aquí es simple: ¿es moralmente lícito para un grupo de hombres, tomar por la fuerza el dinero de todos los demás?
A nadie le gusta que le quiten su dinero por la fuerza. Ni siquiera a los recaudadores de impuestos: cualquiera de ellos consideraría algo inmoral que le roben la casa. A los ladrones comunes tampoco les alegra que les roben.
Imaginemos que el antiguo presidente Bush (el “cuco”, para todo bienpensante contemporáneo) le dice a nuestro presidente: «convencí a la ONU que te ordene que me des parte de tu sueldo. Y también debes darme parte del presupuesto del estado. Si no lo haces, iremos por ti como hicimos con Noriega, y te espera Guantánamo».
El presidente se indignaría, con razón; nadie está de acuerdo con esos gastos inmorales. Ningún ecuatoriano ha votado por ello. Pero tendría que cumplir, o sufrir una invasión.
Eso mismo hace el gobierno: obligar a unos ciudadanos a pagar impuestos, para financiar gastos con los que quizá no están de acuerdo; gastos que otros han decidido. Si no cumplen, a la cárcel; y si tratan de resistirse, les disparan. Eso es tan bárbaro como el ejemplo de Bush.
Por lo tanto, la conclusión tiene que ser que cogerse el dinero ajeno por la fuerza es inmoral. Las personas que lo hacen a otros (ladrones y recaudadores de impuestos; se parecen demasiado, de hecho) no les gustaría que se lo hagan a ellos. Y ya que el gobierno sólo puede sobrevivir quitando dinero por la fuerza, tenemos que concluir que el gobierno es inmoral.
Como el gobierno hace a otros lo que no le gustaría que le hagan a él, el gobierno es inmoral.
Esta no es una conclusión política; se trata de una conclusión moral. Y la moral sigue siendo un factor primordial en la existencia humana.
Independientemente del hecho de que a muchas personas les gusta pensar que su gobierno es un “agente del bien sobre la Tierra”, no podemos llamar bueno a ningún gobierno.
Un gobierno en particular puede ser “menos malo” que otro gobierno, incluso “mucho menos” malo, pero nunca puede ser “bueno”.
Si esta conclusión nos resulta inquietante, hasta peligrosa, es una cuestión secundaria. La verdad persiste: si la regla de oro tiene validez, entonces los gobiernos son inmorales, pues los gobernantes hacen a otros lo que no les gustaría que le hagan a ellos.
Para que un gobierno sea moralmente “bueno”, tendría que dejar de tomar el dinero ajeno por la fuerza, y ​​empezar a reunirlo sólo con la persuasión..., como lo hace cualquier fundación o asociación de beneficencia. Fácil es imaginar que su ingreso se reducirá drásticamente; en un mes no tendría dinero suficiente para pagar a su legión de esbirros.

«¿Quieres decir que...?»

No, no estoy sacando ninguna conclusión más allá del hecho de que los gobiernos necesariamente son inmorales.
Si desea sacar una conclusión política, permítame advertirle que “deshacerse del gobierno” es la peor cosa que podría Ud. intentar.
En primer lugar, sería inmoral y cruel intentar quitarle el gobierno a tantas personas que desesperadamente desean que alguien les “mande”, y eligen gobiernos “fuertes” con entusiasmo.
En segundo lugar, a esos psicópatas que elegimos como gobernantes y a su legión de hombres armados —es decir, lo que llamamos “gobierno”— no le hará ninguna gracia que Ud. ponga en tela de duda su fuente de ingresos. Ganan mucho dinero, y “dinero fácil”; si lo pierden, tendrían que volver a trabajar productivamente, convenciendo a otros que les den dinero a cambio de cosas o servicios. Y ya están acostumbrados a ganar mucho dinero quitándoselo a los demás.
En tercer lugar, esa estrategia no funciona. Recuerde esta cita de Buckminster Fuller:
«Las cosas nunca cambian luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, construya un nuevo modelo que haga obsoleto el modelo vigente».

«¡Pero el gobierno es necesario!»

Muchas no pueden evitar ver al gobierno como “lo que fue, es, y siempre será”. Es decir, algo así como un dios. Y entiendo por qué; todos hemos sido entrenados en ese pensamiento desde la cuna. 
"Soy del gobierno, y he venido a ayudar".
Piensan que el gobierno, aunque inmoral, sigue siendo necesario, ya que su ausencia sería peor.
Si la ausencia de gobiernos conduce a más de 260 millones de muertes por siglo (como los gobiernos hicieron en el siglo 20); si la ausencia de gobierno resulta en la pérdida de más de la mitad del salario de una persona productiva; si la ausencia de gobierno resulta en la eliminación del pensamiento independiente y trata de convertir al ser humano en un autómata obediente, entonces el gobierno es la mejor opción y debe permanecer en el control del mundo.
Pero si no es así, si los gobiernos son la causa de los peores males de la humanidad, el concepto de “gobierno” debe ser abandonado, por inmoral y pernicioso.
Sería interesante experimentar. Pero lástima que el gobierno lo prohíba...

Basado en el excelente artículo Can Any Government Be Moral? de Paul Rosenberg, publicado en CaseyResearch.com.

lunes, 8 de septiembre de 2014

El gobierno es inmoral (corto)


La base de la moral es: “no hagas a otro lo que no te gustaría que te hagan a ti”.
Imagine que el antiguo presidente Bush le dice a nuestro presidente: «convencí a la ONU que te ordene que me des parte de tu sueldo. Para financiar nuestras bases militares. Y también debes darme parte del presupuesto del estado. Si no lo haces, iremos por ti como hicimos con Noriega, y te espera Guantánamo».
El presidente se indignaría, con razón; nadie está de acuerdo con esos gastos inmorales. Ningún ecuatoriano ha votado por ello. Pero tendría que cumplir, o sufrir una invasión.
Eso mismo hace el gobierno: obligar a unos ciudadanos a pagar impuestos, para financiar gastos con los que quizá no están de acuerdo; gastos que otros han decidido. Si no cumplen, a la cárcel; y si tratan de resistirse, les disparan. Eso es tan bárbaro como el ejemplo de Bush.
Ya que el gobierno hace a otros lo que no le gustaría que le hagan a él, podemos concluir que el gobierno es inmoral.

El cordero y el gobier..., digo, el lobo

Cuenta Esopo que un lobo, hallando un cordero descarriado, resolvió no atacarlo simplemente, sino encontrar algún motivo para justificar su derecho a comérselo.

Le dijo: «Señor, el año pasado usted me insultó groseramente». «De hecho», baló el cordero con tono lastimero, «yo ni siquiera había nacido».

Luego dijo el lobo, «usted pasta en mi territorio». «No, buen señor», respondió el cordero, «aún no he probado la hierba».

Una vez más insistió el lobo: «Usted bebe de mi pozo». «No», exclamó el cordero, «jamás he bebido agua, pues la leche de mi madre es a la vez comida y bebida para mí».

Tras lo cual el lobo se le abalanzó y se lo comió, diciendo: «¡Bueno! No permaneceré hambriento, a pesar de que refutas cada una de mis acusaciones».

El tirano siempre encontrará un pretexto para su tiranía; si el gobierno ya se fijó en el suculento Fondo de Cesantía del Magisterio Ecuatoriano, no habrá argumento capaz de disuadirlo.