Los
estatistas parecen creer que el gobierno es lo principal, lo
preeminente, frente a los ciudadanos; y que ser presidente es “lo
máximo”.
Así,
el superintendente de bancos Solines sugiere fijar un límite a las
remuneraciones de los banqueros para que “nadie gane más que el
presidente de la república”. Alberto Acosta propone que «quienes
tienen un ingreso superior dos veces al Presidente de la República,
deberían tener un impuesto a la renta de por lo menos el 50% de sus
ingresos». En ocasiones hemos escuchado al presidente hablar de la
“majestad” del cargo que desempeña.
Me
resulta curiosa dicha concepción del poder. Quienes piensan así
parecería que se refieren al ejercicio del poder dentro de un reino
medieval, no una república moderna.
El
rey medieval tenía “súbditos”, quienes le debían pleitesía;
los súbditos se hincaban ante él; nadie era “más” que el rey.
Sin
embargo, en una república nadie es “más” que nadie, todos somos
iguales ante la ley; algunos ciudadanos han sido elegidos para servir
a los demás, y nadie tiene “más importancia” que ninguno. Los
servidores no tienen ninguna “dignidad” especial; eso de la
“dignidad”, de ser “dignatario”, es un triste rezago
monárquico.
No
se me replique que, en virtud del “valioso” servicio que prestan
a la sociedad, los ciudadanos les debemos a los funcionarios públicos
un respeto y consideración especiales. ¿No pretendían también los
reyes de antaño haber recibido un poder divino para dizque servir,
cuidar y proteger a los pueblos sobre los que reinaban? El propio
Jesús dijo: «los reyes de las naciones las gobiernan como dueños,
y los mismos que las oprimen se hacen llamar bienhechores». ¡Ja!
Eso en mi opinión se aplica plenamente a nuestros supuestos
“servidores públicos”.
Ya
que hemos citado al Señor, escuchemos lo que dijo a continuación:
«¿quién es más importante: el que está a la mesa o el que está
sirviendo? El que está sentado, por supuesto». ¿Qué es lo
principal: la sociedad, o el gobierno? Sociedad y gobierno, ¿quién
eligió a quién? ¿Quién es más importante: el ciudadano, que
elige a su servidor, o el servidor elegido? ¡El ciudadano, por
supuesto!
Pero,
ay, en la realidad vemos lo contrario. ¿Quién cede el paso cuando
va por la calle una caravana de vehículos oficiales blindados, con
vidrios ahumados? Nosotros, por supuesto. Trate de negarse a hacerlo,
a ver cómo le va enfrentándose a la “fuerza pública”... Ahí
veremos a quién le guardan lealtad... “Servir y proteger”... Sí,
pero no a usted ni a mí. A Ellos.
Sigamos
con la idea de que el “servido” es, o debería ser, el principal,
y que el “servidor” es menos importante. No
como ser humano, por supuesto, sino por su cargo.
A
los estatistas totalitarios les sorprende que alguien gane más que
el presidente. No debería sorprenderles tanto. ¿Acaso el presidente
es el dueño del país? ¿Acaso es algo parecido a un rey? ¿Acaso él
“creó” a la sociedad que lo eligió? Por supuesto que no. Otra
vez: presidente y ciudadanos. ¿Quién eligió a quién? ¿A qué
debe parecerse más un presidente: a un rey, o a un mayordomo?
Si
le sóno feo comparar a un presidente con un mayordomo, lo atribuyo a
los mencionados “rezagos monárquicos”. Tendemos a ver el poder
aún como era en los reinos de antaño. Pero en una república, el
poder es: servicio; es delegado; es limitado; está sujeto a control
y rendición de cuentas; es revocable. Lamentablemente nadie recuerda
esto.
(Supongo que la
degeneración de las repúblicas en despotismo es inevitable. Los
antiguos romanos, luego de su pésima experiencia con sus reyes, se
dijeron, “reyes, nunca más”, y fundaron la república. Derivó
en populismo, y finalmente en el despotismo de los emperadores. Los
ideales de libertad, igualdad y fraternidad de la revolución
francesa desembocaron inmediatamente en el Terror, y en más
emperadores... ¡parece que hay un patrón a seguir! La revolución
americana mantuvo sus ideales por poco más de un siglo, hasta que
Lincoln prefirió fundar un imperio [¡otra vez!] antes que mantener
la confederación de los Padres fundadores... Acá en latinoamérica
nunca fuimos muy fieles a los ideales de la independencia. Siempre
hemos tenido una especial debilidad por los “hombres fuertes”. Y
hasta un par de emperadores ha habido)
Hay
más. El dinero que recibe un alto ejecutivo, se lo pagan los dueños
de la empresa voluntariamente, de buena gana, y de su propio
bolsillo. Lo mucho o poco que gane un empresario, lo recibe de los
clientes que voluntariamente le compran. En cambio el sueldo del
presidente se paga con dinero obtenido de bolsillos ajenos bajo
amenaza de violencia (prisión y confiscación. Es decir, se paga con
“impuestos”, que por algo se llaman así, y no “voluntarios”).
“Gobiernan como dueños, y los mismos que oprimen se hacen llamar
bienhechores”... Sabias palabras...
Permítaseme
aportar otra razón, con un ejemplo.
Uno
contrata una empleada doméstica. Y uno le paga menos que lo que
uno gana. ¿Injusto? ¿Explotación? ¡Es imposible pagarle
más que lo que uno gana! Si uno no puede pagarle siquiera el
mínimo, pues no puede contratarla. Así de simple. Y nadie se
sorprende de eso.
Los
totalitaristas deberían alegrarse que haya ciudadanos prósperos
dispuestos a contratar a otros, pagándoles bien. ¿No se alegra la
empleada doméstica cuando a sus empleadores les va bien? Podrán
seguir contando con sus servicios. ¿O debe llenarse de envidia y
malevolencia contra esos “explotadores” que le pagan menos que lo
que ganan ellos...? ¿Qué tal que la empleada “prohiba” que los
señores de la casa ganen más que ella? Absurdo. Pero esa idea se
debate con fruición en las cumbres del poder de nuestro país...
Así
mismo ha de ser. Los que gobiernan, gobiernan como dueños, no como
servidores... Y quienes oprimen al prójimo se hacen llamar
“servidores públicos”. Y la gente parece conformarse con ello.
Nunca faltarán, empero, las voces de unos cuantos que diremos
mientras tengamos aliento: no debería ser así. Un presidente de
república debería parecerse a un mayordomo, no a un rey.
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