La regla de oro |
La
“regla de oro” se conoce desde alrededor del año 580 a.C.,
cuando el filósofo griego Tales dijo: «aquello de lo que
culpamos a otros, no lo hagamos nosotros».
Otros
filósofos griegos dijeron lo mismo casi al mismo tiempo. Confucio lo
dijo un siglo o dos más tarde, y muchos lo han repetido desde
entonces.
La
“regla de oro” ha estado con nosotros durante mucho tiempo, y ha
funcionado mejor que cualquier otra norma a lo largo de todos esos
años. La vida humana es complicada, y a veces aplicar la “regla
de oro” requiere análisis, pero el principio en sí permanece.
Guiando a la humanidad desde siempre. (Clic para agrandar) |
¿Para
qué complicarse? La integridad (que es a lo que la regla de oro se
reduce) es un concepto simple que puede ser entendido por cualquier
adulto. Y esto significa que la claridad moral es no sólo posible,
sino universalmente accesible.
La
moralidad, al final, es simple: lo que no te gusta que te hagan,
no se lo hagas a otros.
Ciertas
ideas supuestamente “cultas” o “de avanzada” a menudo hacen
ver a la moralidad como tontas supersticiones antiguas. Pero los
mismos que hacen estas declaraciones las niegan con sus acciones a
diario. Cualquiera de nosotros se queja con razón del tarado que se
cuela en la fila, del padre que maltrata a sus hijos, o de un colega
mentiroso. Los estamos acusando de ser inmorales, confirmando así
que la moral nos importa.
¿Qué es el Gobierno?
En
términos sencillos, el gobierno es un grupo de seres humanos que
manda sobre otros seres humanos.
Las
definiciones formales son: «una organización que mantiene el
monopolio de la fuerza en un área geográfica fija». En la
práctica es lo mismo que «un grupo de humanos que manda sobre otros
seres humanos».
En
términos simples, el gobierno es la organización que nos dice lo
que podemos o no podemos hacer. Y si lo desobedecemos, se reserva el
derecho a castigarnos; y muy a menudo nos castiga.
Como
expresa la definición formal, el gobierno es una organización
basada en la fuerza. Sin fuerza, deja de ser “gobierno”.
El
gobierno no es una organización productiva, como un negocio
comercial o una granja familiar. Las personas que forman un
gobierno viven de la riqueza de los demás, riqueza que el
sistema de gobierno les quita. Esto es indiscutible.
Más
tarde responderemos a la cuestión de si esa institución del
gobierno es necesaria. Por ahora, simplemente estamos tratando de
entender su naturaleza. Y el hecho es que el gobierno sobrevive
tomando por la fuerza la riqueza de los demás.
Todos
lo sabemos, por supuesto: los impuestos se llevan nuestro dinero a
diario, bajo amenazas fuertes y creíbles; si usted no paga, le
suceden cosas malas.
Que
usted pague, no es fruto de la persuasión; es fruto de una amenaza,
es fruto de la violencia. Detrás de cada impuesto, hay hombres
armados apuntándole.
Esto
de “reunir dinero bajo amenazas violentas” es la función central
de gobierno. Sin eso, las personas que componen el gobierno se
morirían de hambre. Antes de que los soldados pueden estar armados;
antes de carreteras se puedan construir; antes de que nada se pueda
hacer, el gobierno debe tomar el dinero de la gente por la fuerza.
Al
igual que el gobierno, las empresas también toman el dinero de otras
personas. Las empresas, sin embargo, reciben el dinero de otras
personas mediante la persuasión: si me das un poco de tu dinero, te
daré esto, o haré esto por ti. Eso es un intercambio voluntario.
El
uso de la fuerza es lo que distingue al gobierno de otras
organizaciones humanas.
¿Es moral?
La
pregunta aquí es simple: ¿es moralmente lícito para un grupo de
hombres, tomar por la fuerza el dinero de todos los demás?
A
nadie le gusta que le quiten su dinero por la fuerza. Ni siquiera a
los recaudadores de impuestos: cualquiera de ellos consideraría algo
inmoral que le roben la casa. A los ladrones comunes tampoco les
alegra que les roben.
Imaginemos
que el antiguo presidente Bush (el “cuco”, para todo bienpensante
contemporáneo) le dice a nuestro presidente: «convencí a la ONU
que te ordene que me des parte de tu sueldo. Y también debes darme
parte del presupuesto del estado. Si no lo haces, iremos por ti como
hicimos con Noriega, y te espera Guantánamo».
El
presidente se indignaría, con razón; nadie está de acuerdo con
esos gastos inmorales. Ningún ecuatoriano ha votado por ello. Pero
tendría que cumplir, o sufrir una invasión.
Eso
mismo hace el gobierno: obligar a unos ciudadanos a pagar impuestos,
para financiar gastos con los que quizá no están de acuerdo; gastos
que otros han decidido. Si no cumplen, a la cárcel; y si tratan de
resistirse, les disparan. Eso es tan bárbaro como el ejemplo de
Bush.
Por
lo tanto, la conclusión tiene que ser que cogerse
el dinero ajeno por la fuerza es inmoral. Las
personas que lo hacen a otros (ladrones y recaudadores de impuestos;
se
parecen demasiado, de hecho)
no les gustaría que se lo hagan a ellos. Y ya que el gobierno sólo
puede sobrevivir quitando dinero por la fuerza, tenemos
que concluir que el gobierno es inmoral.
Como
el gobierno hace a otros lo que no le gustaría que le hagan a él,
el gobierno es inmoral.
Esta
no es una conclusión política; se trata de una conclusión moral. Y
la moral sigue siendo un factor primordial en la existencia humana.
Independientemente
del hecho de que a muchas personas les gusta pensar que su gobierno
es un “agente del bien sobre la Tierra”, no podemos llamar
bueno a ningún gobierno.
Un
gobierno en particular puede ser “menos malo” que otro gobierno,
incluso “mucho menos” malo, pero nunca puede ser “bueno”.
Si
esta conclusión nos resulta inquietante, hasta peligrosa, es una
cuestión secundaria. La verdad persiste: si la regla de oro tiene
validez, entonces los gobiernos son inmorales, pues los gobernantes
hacen a otros lo que no les gustaría que le hagan a ellos.
Para
que un gobierno sea moralmente “bueno”, tendría que dejar de
tomar el dinero ajeno por la fuerza, y empezar a reunirlo sólo
con la persuasión..., como lo hace cualquier fundación o asociación
de beneficencia. Fácil es imaginar que su ingreso se reducirá
drásticamente; en un mes no tendría dinero suficiente para pagar a
su legión de esbirros.
«¿Quieres decir que...?»
No,
no estoy sacando ninguna conclusión más allá del hecho de que los
gobiernos necesariamente son inmorales.
Si
desea sacar una conclusión política, permítame advertirle que
“deshacerse del gobierno” es la peor cosa que podría Ud.
intentar.
En
primer lugar, sería inmoral y cruel intentar quitarle el gobierno a
tantas personas que desesperadamente desean que alguien les
“mande”, y eligen gobiernos “fuertes” con entusiasmo.
En
segundo lugar, a esos
psicópatas que elegimos como gobernantes
y a su legión de hombres armados —es decir, lo que llamamos
“gobierno”— no le hará ninguna gracia que Ud. ponga en tela de
duda su fuente de ingresos. Ganan mucho dinero, y “dinero fácil”;
si lo pierden, tendrían que volver a trabajar productivamente,
convenciendo a otros que les den dinero a cambio de cosas o
servicios. Y ya están acostumbrados a ganar mucho dinero
quitándoselo a los demás.
En
tercer lugar, esa estrategia no funciona. Recuerde esta cita de
Buckminster Fuller:
«Las
cosas nunca cambian luchando contra la realidad existente. Para
cambiar algo, construya un nuevo modelo que haga obsoleto el modelo
vigente».
«¡Pero el gobierno es necesario!»
Muchas
no pueden evitar ver al gobierno como “lo que fue, es, y siempre
será”. Es decir, algo así como un dios. Y entiendo por qué;
todos hemos sido entrenados en ese pensamiento desde la cuna.
Piensan
que el gobierno, aunque inmoral, sigue
siendo necesario, ya que su ausencia sería peor.
"Soy del gobierno, y he venido a ayudar". |
Si
la ausencia de gobiernos conduce a más de 260 millones de muertes
por siglo (como los gobiernos hicieron en el siglo 20); si la
ausencia de gobierno resulta en la pérdida de más de la mitad del
salario de una persona productiva; si la ausencia de gobierno resulta
en la eliminación del pensamiento independiente y trata de convertir
al ser humano en un autómata obediente, entonces el gobierno es la
mejor opción y debe permanecer en el control del mundo.
Pero
si no es así, si
los gobiernos son la causa de los peores males de la humanidad,
el concepto de “gobierno” debe ser abandonado, por inmoral y
pernicioso.
Sería
interesante experimentar. Pero lástima que el gobierno lo
prohíba...
Basado
en el excelente artículo Can
Any Government Be Moral? de
Paul Rosenberg, publicado en CaseyResearch.com.